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El Uniandino

Cómo empatizar en una gran ciudad

Vivimos en un mundo abrumador, recibimos por todos los medios y todo el tiempo información. Estamos acostumbrados a grandes producciones de Hollywood que tardan décadas en producirse y cuestan millones y millones de dólares. Solo son capaces de sorprendernos las series y películas con giros argumentales inesperados, líneas de tiempo paralelas y personajes excéntricos. Entre toda esta sobreestimulación, parece que no hay nada nuevo, nada capaz de entretenernos, todo se vuelve aburrido. Ahí llega John Wilson y con su docuserie de seis capítulos “how to with Jhon Wilson” demuestra todo lo contrario, y es que este producto es lo más minimalista que se puedan imaginar, solo un hombre con una cámara filmando lo que sea en Nueva York y su voz en off, tratando de responder a una pregunta sencilla: ¿cómo plastificar tus muebles? o ¿cómo tener pequeñas conversaciones?, por ejemplo. Una mujer mayor a la que se le cayó un helado, una álgida discusión de pareja en el metro o un triste sofá de Hello Kitty abandonado en la calle logran mantenernos por 20 minutos en sus divagaciones, que terminan convirtiéndose en profundas reflexiones del sentido de la vida.



Ahora, la serie no tiene que incurrir en debates filosóficos complicados, son simplemente las reflexiones de un hombre cualquiera y su forma de ver el mundo. Es un acercamiento humilde a lo que el entorno tiene para mostrarnos y lo que podemos aprender de él. Jhon Wilson nos recuerda que el mundo cotidiano en el que vivimos está lleno de historias que contar, es un lugar maravilloso y, aunque se desarrolla en Nueva York, podría fácilmente suceder en cualquier ciudad del mundo. La serie desmitifica la creencia de que para contar buena historia se necesita mucho de lo que sea e incluso desmitifica a New York, la ciudad fantástica, la capital del mundo, nos muestra que es solo otro lugar donde pasa cualquier cosa, corriente y liminal.


Esta serie también está llena de filantropía, ofrece una mirada amable y comprensiva –aunque no condescendiente– a todos sus protagonistas, incluso a los que suelen ser la burla de la sociedad como los llamados “conspiranoicos”. Creo que es una respuesta brillante a la postmodernidad, cuenta historias colectivas, rechaza la individualidad y no juzga con agudeza, como estamos tan acostumbrados. Por el contrario, su trabajo parece estar desesperado por encontrar conexiones humanas reales, por eso resalta lo costumbrista. Se opone a lo artificial en todo sentido, de allí su estética y protagonistas; me parece hermosa la metáfora de empezar con la excusa de una resolver pregunta trivial para terminar creando lazos profundos con la gente. Refleja un poco la desesperación de una sociedad cansada de lo pasajero y lo banal, necesitada de tener interacciones profundas en un mundo superficial. Es increible ver cómo dos completos extraños se muestran vulnerables frente a alguien que solo mostro curiosidad y terminan hablando de sus traumas más profundos: sus divorcios o el suicidio de sus amigos. El propio director lo hace en varios momentos. Los mismos espectadores experimentamos un cambio de perspectiva a partir de la intención que el autor le da a su obra, en principio esta serie parece una recopilación de personas y momentos extravagantes, y tomamos todo lo que la serie nos muestra con ironía, cinismo e incluso enojo, claro ¿de qué otra manera? si es así como se nos dice que hay que recibirlo todo. Me incluyo allí, cuando empecé a verla pensé: “ya sé de qué va esto, quiere mostrarnos lo absurdos que somos los humanos, yo también he visto este tipo de gente en la calle haciendo ridiculeces” No obstante, John Wilson poco a poco nos desarma, nos devuelve un poco esa humanidad y empatía que parece que perdemos a diario y para el final nos sentimos plenamente identificados e incluso con cierto afecto hacia estos en principio extraños seres con los que compartimos la ciudad. Como ya lo había dicho, Nueva York es solo una excusa para leer la vida en una sociedad moderna y cualquier ciudad podría ser descrita bajo los mismos términos, incluyendo claramente a Bogotá. Creo que el objetivo de esta serie es romper con la otredad a la que las ciudades nos condicionan y nos ofrece una visión más digerible de un viejo tema de conversación ya propuesto en la sociología urbana por autores como Simmel.


Con todo esto, parece un producto muy serio e incluso trágico, pero no es así. La serie pasa como una conversación con un buen amigo que te tiene la confianza suficiente para contarte sus teorías raras. Esto porque se despoja de toda pretensión y además maneja un humor inteligente, y anecdótico, gracias a la gran capacidad de observación de John Wilson –fue investigador privado antes de entrar a la industria–, que la hacen completamente disfrutable.


En mi opinión, esta serie es de lo mejor que nos dejó el 2020, y su éxito rotundo permitió que dentro de poco se estrene su segunda temporada. Yo la ví cuando la pandemia estaba en su momento más angustioso y sus relatos cotidianos sirvieron para recordarme que el mundo real de allá afuera sigue existiendo. El creador incluso tiene un capítulo específico en el que reflexiona sobre este momento –“How to Make the Perfect Risotto”–. Incluso hoy, me hace pensar de manera distinta respecto al entorno urbano que me rodea y siento que si un producto puede tener esos alcances es muy especial, por eso es altamente recomendable.


 

Por: Manuela Silva





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