“Mientras hacemos esta entrevista, hay un tutor nuestro haciendo un parcial de economía de la Universidad de los Andes”, dice uno de los fundadores de Tustrabajos.co mientras compartimos un café en un Juan Valdez del centro de Bogotá. La entrevista la habíamos acordado una semana atrás por teléfono.
En un día bueno, según sus fundadores, Tustrabajos.co alcanza a vender hasta 80 trabajos en áreas que van desde el cálculo diferencial hasta el derecho laboral. En un día promedio, venden 40. Además de la clientela colombiana, esta empresa del plagio también le brinda sus servicios a estudiantes de otras partes del mundo: “hemos tenido clientes de España, de Puerto Rico y de Chile”, dicen sus fundadores.
En su página de Instagram cuentan con un poco más de 21 mil seguidores. Suben publicidad en forma de memes o TikToks, convocatorias para lo que ellos llaman “tutores” y testimonios de clientes satisfechos. “¡Les tengo la salvación de sus notas el próximo año si están estudiando! Tustrabajos.co es una empresa que realiza trabajos con profesores universitarios y que garantizan la nota”, anuncia @oficial_mav, una de los seis influenciadores que los recomienda en redes sociales y cuyos seguidores suman algo más de 4 millones.
Creada en agosto del 2020, Tustrabajos.co cuenta con registro mercantil y está legalmente constituida ante la Cámara de Comercio de Bogotá. Es decir, aunque su principal fuente de ingresos se deriva del plagio, sus fundadores la han establecido formalmente y la Cámara reconoce la existencia de esta sociedad ante la ley.
“Cuando intenté buscar empleo fue difícil porque no tenía experiencia, estuve en un call center que me estafó y desde ahí me dio miedo buscar trabajo en plataformas”, dice Juana, cuyo nombre hemos cambiado para proteger su identidad.
Juana es egresada de la Universidad Antonio Nariño y, junto con algunos de sus compañeros, ofrece trabajos en derecho, ingeniería, psicología y otras carreras. Son personas como ella, profesionales o estudiantes de últimos semestres sin una fuente de ingresos formal y estable, a las que Tustrabajos.co contrata para hacer tareas y evaluaciones académicas a cambio de dinero.
“Comencé con ensayos y a las personas les fue bien, por eso creé una página de Instagram que me diera estabilidad económica”, dice Juana, quien ha hecho trabajos para estudiantes de varias universidades de la región Caribe: la Universidad del Cesar, la del Atlántico y la Metropolitana son algunas de las instituciones educativas de donde vienen sus clientes.
Juana cobra de acuerdo con la cantidad de material que deba preparar, el número de páginas a entregar y el tiempo invertido. Un ensayo de 3 páginas, por ejemplo, basado en una lectura de 40, saldría más o menos a 50 mil pesos. Y aunque para Juana vender plagio es una fuente de empleo, critica a sus clientes: “Mandan a hacer trabajos tan elementales… Un niño de diez años podría hacerlos. Quieren tener un título sin hacer nada”.
Sergio, cuyo nombre real nos pidió no publicar, es estudiante de ingeniería química de la Universidad de los Andes y en séptimo semestre mandó a hacer un parcial. “Lo hice porque era una materia de relleno, pedagógicamente era horrible y me iba enfrentar a un parcial sin saber nada [...] lo único que iba a conseguir haciendo las cosas legalmente era perder el parcial y seguramente la materia, por eso decidí comprarlo”.
Aunque Sergio reconoce que comprar trabajos es una falta ética, dice que mucha gente se copia y sale impune. Además, en sus cálculos de costos contra beneficios, “siempre es mejor comprar un trabajo que pagar una materia”.
Una búsqueda rápida en internet arroja cientos de opciones para todo aquel que está dispuesto a pagar para no hacer una tarea, un ensayo, un examen y hasta una tesis de grado. La demanda es tanta que las diferentes páginas compiten utilizando mercadeo digital y pagan por publicidad.
Los servicios también se ofrecen en Instagram, en grupos de Facebook y en diferentes mercados digitales como Facebook Marketplace o Mercado Libre. Hay grupos de Telegram y WhatsApp, y cuentas de Twitter exclusivamente dedicadas a servicios de este tipo.
El plagio se ha convertido en una industria que mueve cientos de millones de pesos, pero no solo participan aquellos que compran y venden trabajos. Las instituciones académicas también invierten cientos de millones de pesos en software para detectar trampa, y otra cantidad considerable de recursos en herramientas de todo tipo para prevenirla y tratarla una vez sucede.
Durante 6 meses El Uniandino investigó la tras escena de este mercado, subrepticio por su propia naturaleza, para intentar arrojar luz sobre cómo funciona, qué lo mueve y exactamente hasta dónde llega. Entrevistamos empresas dedicadas al plagio, estudiantes que lo compran, profesores, universidades y expertos en diferentes áreas. También nos hicimos pasar por Valentina Amaya, estudiante ficticia de diferentes carreras, cuyo perfil falso utilizamos para documentar de primera mano un proceso de compra y evaluación de exámenes.
Así se ve desde dentro la industria del plagio.
Si quiere compartir información con nosotros, puede ponerse en contacto a través del correo periodicoeluniandino@gmail.com.
La industria del plagio
—¡Hola Tustrabajos.co! Quiero cotizar con ustedes.
—Hola, nos alegra saludarte, hablas con Juan Cárdenas. Para cotizar tu trabajo por favor indícanos:
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Materia
En qué formato lo necesitas (PDF, Word, PNG)
Fecha y hora exacta de la entrega
Adjuntar el trabajo a desarrollar
Documento de apoyo si es necesario.
Ofrecemos servicio en desarrollo de trabajos, exámenes, asesorías y mucho más. ¡Cotiza ya!
—Claro, mira: valeamaya2123@gmail.com, Derecho Laboral, Word. Debe estar el martes máximo a las 11:59 PM
Así empieza una conversación en Whatsapp con Tustrabajos.co, a quien contactamos haciéndonos pasar por Valentina Amaya. Amaya es una estudiante ficticia, creada por El Uniandino, en busca de un servicio de plagio. Para esta ocasión, la estudiante está buscando pagar para que hagan por ella un parcial de derecho laboral de la Universidad de los Andes. Natalia Ramírez Bustamante, profesora del curso en esa universidad, aceptó colaborar con este periódico y nos facilitó la prueba.
Después de enviar los datos solicitados, Cárdenas busca un tutor que esté disponible para realizar el trabajo y vuelve a la conversación para ofrecer un precio:
—La abogada me puede colaborar, ya tenemos una cotización para tu trabajo. Tiene un costo de $130.000 COP. Es importante recordar que lo desarrolla un tutor profesional en el área solicitada —dice Cárdenas— Nuestros medios de pago son Nequi, Daviplata, Bancolombia, Efecty y, para pago en el exterior, consignación por Western Union.
“Estas empresas rayan con la ilegalidad”, opina María Alejandra Echavarría, abogada de la Universidad Bolivariana y magíster en propiedad intelectual. Según Echavarría, este tipo de negocio podría tener consecuencias jurídicas, pues el estudiante se atribuye falsamente la autoría sobre un trabajo. Es decir, se está falseando la identidad de la persona que sí realizó el trabajo. Debido a esto, Echavarría sostiene que “el contrato [entre el estudiante y el tutor] tiene un objeto ilícito porque yo contrato a alguien para que defraude”.
Nelcy Molano, profesora de la Universidad de los Andes en derecho civil y propiedad intelectual, señala un área gris en la que viven los que compran y venden trabajos: los derechos de autor. “El estudiante está haciendo pasar como propia una obra ajena ante el evaluador [...] se está atribuyendo ilegítima y falsamente la autoría de la parte que copió”.
Sin embargo, es poco probable que los tutores reclamen su autoría sobre los trabajos por los que los estudiantes les pagan. Por eso Molano insiste en que “mientras quien realice el trabajo no reclame sus derechos de autor, se aplicarían las normas a las que esté sometida la entrega del trabajo. En este caso, las normas disciplinarias que establecen las universidades”. Es decir, en la práctica, la norma disciplinaria sobre el plagio solo aplica al estudiante que compró el trabajo, porque las universidades no pueden sancionar a quienes estén por fuera de ellas.
El martes 5 de noviembre a las 8 de la noche, llegó la evaluación comprada a Tustrabajos.co.
La profesora Ramírez, quien diseñó la prueba, calificó el parcial plagiado a pedido de El Uniandino. “Este parcial, de haber sido presentado por un estudiante en mi clase, no habría obtenido el puntaje suficiente para pasar”, nos dijo Ramírez por correo electrónico.
La calificación que la estudiante hubiese obtenido fue de 2.2 sobre 5.0. Las calificaciones obtenidas a través de una empresa de plagio pueden variar según el tutor, la clase y la cantidad de información que se suministre. De acuerdo con los fundadores de la empresa, existen garantías en caso de no obtener la nota esperada: “nosotros aseguramos al estudiante que va a sacar más del 70% de la nota. Si eso no pasa, devolvemos el dinero”.
En la página web de Tustrabajo.co la promesa es diferente y está sujeta a más condiciones. El porcentaje de nota garantizada es más bajo y la devolución del dinero tiene al menos tres condiciones: “Devolvemos el dinero si la nota es inferior al 50%. Se debe solicitar devolución hasta 6 días después de la entrega del trabajo y únicamente con retroalimentación del docente. Otro tutor con conocimiento en el área determinará si puede ser efectiva la devolución”.
Por qué se plagia: la búsqueda de la “excelencia”
Aunque a la estudiante creada por este periódico no le fue bien en el parcial de derecho laboral, tuvo una suerte distinta con uno de álgebra lineal.
El Uniandino contactó a Grupo Einstein, otra empresa dedicada a hacer trabajos plagiados principalmente en ciencias naturales y matemáticas. Darío Alejandro García, profesor de Álgebra Lineal en la Universidad de los Andes, nos permitió usar un parcial diseñado para su curso y se ofreció a corregirlo.
El proceso de cotización fue casi idéntico al de Tustrabajos. Le pedimos a la empresa que nos entregara cinco ejercicios hechos a mano para entregar en cinco días desde la fecha en que se pidió. Nos cobraron 75 mil pesos y después de dos días nos entregaron el parcial por Whatsapp. La nota que obtuvo la estudiante ficticia en esta ocasión fue de 4.6 sobre 5.0 puntos posibles .
“Nada justifica el fraude, pero hay buenas explicaciones de por qué ocurre”, dice William Jiménez-Leal, profesor de psicología y miembro del Comité de Integridad de la Decanatura de Estudiantes de Los Andes.
Según la Decanatura de Estudiantes, a la hora de entender el plagio “hay determinantes de carácter personal, sociales (como el conocer personas que han hecho fraude y no han sido castigados por ello) y contextuales, como la excesiva carga académica, la metodología de evaluación, la comunicación del profesor y el fomento de la competencia”.
Para Jiménez-Leal, por ejemplo, la frecuencia del plagio descansa en los valores de la universidad. “La universidad les hace creer que la excelencia es la única forma de vivir [...] ‘cuando salgan tienen que dejar el nombre de la Universidad en alto’, pero dejar el nombre de la universidad en alto no es ser honesto, bueno, generoso, sino ser unos berracos: ser el que más sabe, el que tiene la solución a todo”.
El psicólogo también atribuye algunas de las causas del plagio a las prácticas de los docentes en facultades como Derecho o Medicina. Ser demasiado estrictos con las notas, hacer parciales con porcentajes muy altos o de selección múltiple, o hacer curvas (pues siempre hay alguien que saca 5 y los demás estudiantes quedan por debajo) son algunas de estas prácticas.
Profesores como Darío Gómez, de Álgebra Lineal, han identificado este problema y han adoptado prácticas docentes para prevenir el plagio. Gómez encontró que distribuir la evaluación en varios exámenes, en vez de realizar uno solo con mucha influencia sobre la nota, podía disminuir los casos: “Así, cada vez hay más chances de pasar. Eso me ha funcionado mucho, he detectado dos casos de plagio en casi dos años”.
Y aunque estas soluciones podrían ser un camino, al menos cuatro de los estudiantes y profesores que entrevistamos creen que una vez los casos de plagio llegan a los comités disciplinarios salen, casi siempre, impunes, lo que puede facilitar la normalización de esta conducta. “Supe que un estudiante de maestría hacía grupos de Whatsapp para intercambiar respuestas de trabajo. Entonces pusimos la denuncia ante el Comité con el profesor. El estudiante volvió al otro año y terminó su maestría” nos dijo Darío Gómez, profesor de Álgebra Lineal de la universidad.
Otro estudiante que en algún momento vendió trabajos en la universidad nos dijo que “es muy difícil que la universidad se dé cuenta, a menos que la persona me hubiera sapeado (sic)”. El estudiante agrega: “conocí gente que hacía plagio de forma constante y sabían que era muy difícil que lo agarraran. En caso de que los agarraran los procesos disciplinarios acababan en nada”.
El Uniandino habló con una representante estudiantil del comité disciplinario de la Facultad de Ciencias, que prefirió reservarse su nombre. Según ella, la mayoría de casos que llegan a los comités son por plagio. El proceso disciplinario tiene dos partes: la sancionatoria y la formativa (que hasta ahora se está empezando a discutir). En sus palabras, “hasta que la parte formativa no esté bien consolidada y no haya capacitación para los profesores para formar a los estudiantes en términos de ética, el plagio no va a desaparecer”. Para la representante existen dos problemas: que las sanciones pedagógicas dependen exclusivamente de cada profesor y que no existe formación ética ni en los currículos ni en la formación misma de los profesores.
Aunque el Comité de Integridad de la universidad ha intentado darle visibilidad a las prácticas íntegras, su efectividad es poco clara. Primero, porque los cursos que ofrecen son voluntarios y, segundo, porque según Jiménez-Leal “los que se inscriben son gente que ya no se necesita convencer”. El docente agrega “yo personalmente no siento que haya logrado nada, pero las prácticas formativas que han reemplazado los comités disciplinarios han sido un logro interesante de la universidad”.
Aunque el docente dice que no cree que se haya logrado nada dentro del comité, sostiene que los casos en los comités disciplinarios han bajado y las prácticas formativas han sido un logro interesante.
Lo que está claro para Jimenez-Leal es que el castigo no es la solución al plagio: “La universidad no es una microsociedad penal. El castigo ejemplarizante no tiene sentido, lo que hay que hacer es prevenir”.
En los últimos cuatro años, Los Andes ha invertido en Softwares antiplagio y en herramientas pedagógicas que apuntan a disminuir la apropiación intelectual. Desde el 2018, por ejemplo, se implementó la herramienta Turnitin, un software que busca coincidencias entre distintos textos que se encuentran en internet y en las bases de datos del programa. Al año, Turnitin le cuesta a la universidad 26.5 mil dólares, es decir aproximadamente 104 millones de pesos, y son 800 profesores los que tienen activado en su curso alguna actividad con el programa. Incluso, el Sistema de Bibliotecas de Los Andes diseñó un curso en la plataforma Bloque Neón para aprender a analizar los reportes de Turnitin, además de saber citar y referenciar.
Sin embargo, según Jefferson García, gestor de servicios de aprendizaje e investigación de la biblioteca, Turnitin “no detecta si hay plagio o no, solo si hay similitud [...] es una manera de bajar el plagio, pero no con intención sino por omisión”.
Lo mismo sostiene Alejandro González, diseñador TIC de la Dirección de Servicios de Información y Tecnología (DSIT). Según González, la mayoría de usuarios de Turnitin son, en realidad, estudiantes diligentes. Para él, el problema del plagio tiene más que ver con la honestidad: “si alguien quiere hacer trampa, hay maneras de pasarse por encima a Turnitin, hay estudiantes que ponen una “ñ” entre las palabras en blanco para que el programa no los agarre, son hackers de esa industria del plagio”.
Las empresas dedicadas al plagio también utilizan este tipo de softwares. “También manejamos Turnitin para que ellos puedan montar el documento y que no aparezca plagio” nos dijo el fundador de Tustrabajos.co.
Lo que queda claro hasta el momento es que aunque existe una industria del plagio en nuestras narices, su alcance en el mercado ha sido poco investigado y estas empresas funcionan libremente sin ninguna sanción jurídica. La industria se sostiene tanto por las empresas que venden libremente trabajos, como por los esfuerzos universitarios para prevenirlo. Al fin y al cabo, el estudiante es quien tiene el poder de decidir si compra plagio o no. Sin embargo, parece cada vez más urgente una discusión más amplia sobre el sistema de cambios en la forma de calificación, y determinar si esta es la verdadera responsable de la compra y venta de trabajos, o por lo menos si crea incentivos perversos para ello.
Por: Natalia Chavarro Naranjo
Agradecimientos especiales a María Fernanda Alarcón por su ayuda en la reportería.
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