El ser humano siempre ha tenido una fuerte relación con intervenir su entorno a su conveniencia, pero hasta qué punto el medio se presta para ser intervenido. Infinidad de cosas se han hablado de Dune (2021), inclusive la han llegado a llamar “la película de la década”, tema que puede llegar a ser sumamente discutible; pero no es la cuestión de momento, Villeneuve demuestra una suma preocupación por exponer los temas de la novela de Frank Herbert, aunque parezca que el mayor afán de la cinta es exponer un conflicto político de castas enemistadas bajo una conspiración, la realidad resulta inclusive más interesante. Por un lado nos vemos inmerso en Arrakis, un planeta árido y desértico en el que el agua es un bien sumamente sagrado, desde aquí comprendemos la importancia de un elemento que puede llegar a ser tan común en cualquier otro contexto. Es sumamente inteligente la decisión de Villeneuve de introducir a los personajes en su zona de confort, en el planeta caluroso que resalta por sus paisajes tan estruendosos de agua, se siente el fluir de esta y la vasta de esta en sus océanos. Pues, por otro lado, la llegada a Arrakis viene cargada de un impactante rayo de sol que casi deja ciega a la familia Atreidis en ese plano cerrado que demuestra su aparente inconformidad con el ambiente. Dune, como coloquialmente se le conoce a este planeta, maneja una dinámica sumamente hostil con los seres humanos, y aún más para los recién llegados.
Paul, protagonista del largometraje, desde un inicio se ve interesado por conocer cómo funciona el planeta. En su curiosidad encuentra las palmas en el jardín, las cuales resultan no ser endémicas del planeta y, por lo tanto, estas consumen una cantidad absurda de agua; estas representan de cierta manera la fragilidad y la dependencia de estos extraños en este planeta, mientras también se entiende que se mantienen vivas casi por tradición y no porque sean capaces siquiera de sobrevivir por sí mismas. El destino de las plantas es un símil al destino de los Atreidis; ellos no se han ganado el derecho natural de estar en el planeta y esa jerarquía bajo la cual viven es simplemente una tradición ajena y obsoleta que no va con los verdaderos intereses del pueblo al que dicen servir mientras que gobiernan.
Los fremen son la tribu nativa de Arrakis, estos viven el desierto, pues han aprendido a ceder ante su entorno para poder doblegarlo sin ser disruptivos, por contradictorio que pueda llegar a sonar es la mágica realidad que ellos eligen, sus costumbres son sumamente coherentes con el mundo en el que viven y, mejor que nadie, comprenden cómo respetar al desierto. Es imprescindible hablar de la especia mientras que también se habla de los Fremen, esta sustancia es el principal motor de conflicto y desarrollo en el universo de Dune, es una sustancia que básicamente expande la conciencia y el ser cuando se consume. También conocida como Melange, la especia hace posibles los viajes interestelares ya que es la única forma en la que los pilotos pueden pensar y actuar tan rápido para manejar una nave a velocidades que rozan con las de la luz. La melange solo se da en Akarris y es por esto que el planeta es tan codiciado. La relación de los Fremen con la sustancia es sumamente distinta que la del resto del universo. Ellos no tienen esa codicia, pues más que una fórmula mágica para mejorarse, para la comunidad es una herramienta que usan para interactuar con el mundo. La situación parece un retrato de lo que vivieron las poblaciones nativas cuando los colonos quedaron sorprendidos por el uso tan cotidiano que le daban al oro.
De cierta forma, Dune habla de eso, de la intervención descarada en un planeta. Arrakis pareciera a simple vista un lugar desolado con un ecosistema nada útil, pero es dentro de esa fachada de brutalidad y soledad que se encuentra uno de los ambientes más complejos de cualquier cinta de ciencia ficción pues, dentro de esa adversidad, hay un equilibrio que otorga funcionalidad. Si las palmas representaban esa tradición inútil pero bella de las monarquías, la quema de las mismas con la llegada de los Harkonnen al recuperar el palacio representa la pérdida del orden que, aunque era innecesario, era un funcional. Los Harkonnen no se preocupan por la vida de las personas que gobiernan, solo por ellos mismos, criaturas ruines que representan la cruda realidad de los poderosos desconsiderados. Por fortuna Paul y Lady Jessica logran escapar dentro del ostentoso desierto; en busca de ayuda, encuentran a Duncan, quien los ayudara en su travesía por abandonar el planeta necesitando un refugio donde sus cabezas no tengan un precio.
Tras este encuentro deciden encontrar a los Fremen. En el proceso localizan a la ecologista del planeta, Lyet-Kyen, quien mantiene una relación cercana con esta tribu y a su vez detecta en el joven Atreides una gran facilidad para entender los misterios del planeta. En un encuentro previo, ella se percata de cómo él intuitivamente puede usar el hidro-traje sin haberse puesto uno nunca. Los destiltrajes son una especie de armadura que recubre todo el cuerpo y que se encarga de redistribuir la humedad que naturalmente se escapa del cuerpo, de esta manera las condiciones del desierto no afectan de manera tan directa al portador de dicho traje, mientras que la deshidratación tarda muchísimo más en darse. En ese primer encuentro también tenemos un vistazo a los gusanos de arena y se entiende que tienen una relación sumamente íntima con la especia y por estas criaturas tan bestiales es que recolectar esta sustancia es sumamente peligroso.
Cuando por fin encuentran a los nativos, estos se ven dudosos respecto a la procedencia de los invasores y más aún de sus intenciones, pues Paul busca aprender de ellos y de esa forma convencerlos de aportar en su causa, a pesar de que en un principio su madre se opone a esto al final comprende sus intenciones y que es el camino correcto si quiere surgir como aquel mesías que tanto se previó. Esta filosofía comprende que el verdadero líder tiene que ganar su mandato, y aún más importante comprender a su pueblo, los intereses políticos y económicos de cierta forma sellaron el destino de su familia antes, pero entender la naturaleza del mundo convierte a Paul en un guerrero digno de seguir, pues tiene conciencia también ambiental y se apropia de su entorno como un ávido conocedor, mas no busca trastocarlo y explotarlo sin medir ninguna consecuencia. La figura heroica clásica de definida por Joseph Campbell se ve expresada claramente bajo estos lineamientos, pero hay algo en estos tipos de historia que resalta más por su contexto que por la línea de su argumento, aunque siempre la figura profética está dispuesta como motor primario de cambio, es el mundo el que le permite generar ese cambio. Los héroes, a diferencia de los dioses, no pueden moldear la realidad a su antojo, tienen que batallar, y no para cambiarla sino para ganarse la confianza del mundo y que este le permita ceder.
Por: Santiago Patiño
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