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El Uniandino

“Esta inmersión urbanística me sirvió para reconocer que en Bosa hay gente viviendo en la mierda"

Actualizado: 21 ago 2023

¡Se acercan las elecciones para elegir al próximo alcalde de Bogotá! En El Uniandino creemos que la información y el debate son condiciones esenciales para el ejercicio democrático. Por eso hicimos un especial en el cual entrevistamos a varios de los candidatos (sí, todos son hombres) para saber cómo piensan y qué planes tienen para la capital.

 

Juan Daniel Oviedo es sin duda una de las sorpresas electorales de la actual contienda por la silla que dejará Claudia López a partir del próximo año. Este economista rosarino —que lidera varias de las encuestas— cosechó gran parte de su popularidad desde que asumió la dirección del DANE en 2018 —nombrado por el ex presidente Iván Duque. Ahora quiere empezar su camino en la política electoral por la puerta grande: como burgomaestre de la ciudad con más habitantes de Colombia.

Oviedo habló con El Uniandino sobre su posición política, su experimento de “inmersión urbanística” en Bosa, su estrategia de gobierno en materia de los derechos de la población LGBTIQ+, la seguridad en Bogotá y las nuevas relaciones que espera entre los jóvenes y la fuerza pública.

Miranda Bejarano: Juan, todavía se habla mucho sobre cómo se insertó usted en la política de la mano del Centro Democrático. Sus críticos son muy incisivos respecto a que usted busca alianzas tanto con los verdes como también con Cambio Radical. Cuénteme, ¿Usted qué opina frente a todo esto que se dice respecto a a su posición política?

Juan Daniel Oviedo: Yo creo que es la manifestación de la profunda polarización política que estamos viendo en ese momento. Yo creo que para Colombia es muy complejo entender que una persona como yo, que se ubica en la centro derecha, no quiera estar representada por un partido político y busque la conformación de un movimiento significativo de ciudadanos con carácter independiente. Más allá de querer politizar los problemas y ponerles color político de izquierda o derecha, lo que quiero es resolver los problemas críticos para los habitantes de Bogotá.

Yo creo que genera cierto cierto morbo: el hecho de saber que yo diga abiertamente que soy de centro derecha —que a muchos les da pena decirlo— y que podemos tener una propuesta de gobierno y un documento programado que sea el que necesite la ciudad en función de la intensidad de sus problemas, sin importar si las respuestas son favorables a una ideología en particular, bien sea de izquierda o de derecha.

Yo creo que eso ha generado bastante confusión. Por eso la gente siempre busca recabar en mi pasado, resaltar que crecí al lado de María del Rosario Guerra, con quien crecí personal y profesionalmente. Ella fue profesora de microeconomía en mi universidad desde julio de 1994. Nosotros llevamos casi 29 años en contacto permanente.

Con ella he acompañado las diferentes posiciones de gobierno en los proyectos de consultoría en los que pudimos trabajar —personalmente más no ideológicamente—, entonces para la gente es muy confuso decir: “¿pero cómo si estuvo al lado de María del Rosario y del uribismo, como viene a decir ahora que no es uribista?” pues no lo soy.

No formo parte del Centro Democrático, no tengo carnet del Centro Democrático, no voté en las consultas del Centro Democrático. Lo que yo sí quisiera reconocer es que la ideología política de una persona no necesariamente puede sesgar la ideología de un movimiento y sobre todo de un movimiento independiente como el que estamos construyendo. Entonces yo creo que es parte del afán de categorizar. Nosotros acá en Colombia, y sobre todo en lo político, estamos muy propensos a encontrar al que está a favor o en contra, al que es de izquierda o derecha; pero cuando la gente se ubica en el centro hay quienes se confunden porque la gente cree que es un tibio y no tiene criterio, cuando en realidad yo creo que el mejor criterio para hacer política es buscar el desarrollo de las acciones que buscan mejorar la calidad de vida de los habitantes. En ese caso, en una ciudad como Bogotá, sin importar cuál sea la ideología, lo importante es que encontremos resoluciones a las necesidades de los habitantes .

M.B.: ¿Entonces que conlleva ser de centro derecha ?

J.D.O.: Se lee particularmente desde, por ejemplo, tener un respeto profundo a los derechos que la Corte Constitucional asigna por interpretación de la Constitución del 91. Entonces, si la Corte Constitucional declaró que el aborto era un derecho, pues no hay que seguir preguntando si uno está de acuerdo con el aborto, sino lo que hay que hacer es implementarlo. De ahí a que toda la derecha saliera a montarmela diciendo que yo soy un abortista, porque no soy provida.

Otra cosa es que el domingo salí a la Marcha del Orgullo LGBTIQ+ y la montadera en redes ha sido tremenda. Que porque yo voy a pedir una ley para la población trans, que los niños nacen como un pene y las niñas con vulva —el meme que me mandan constantemente—, Nuevamente tenemos una expresión de mi orientación sexual e identidad de género diverso que a veces la derecha rechaza con discurso homofóbico.

Al mismo tiempo la izquierda, mis contrincantes como el concejal Carrillo, no paran de decir todo el tiempo que soy un peñalosista, que soy uribista, que soy un facho y la gente dice que soy un fantoche, que soy el gallo tapado del uribismo.

Pues la verdad, yo creo que por eso escogí el escenario de la Alcaldía de Bogotá. Si uno escoge bajo criterios ideológicos una alcaldía, desde mi perspectiva, está muy equivocado. El concepto del alcalde es el del administrador de un espacio —en este caso es la ciudad de Bogotá. Yo creo que administrar un espacio con sus sesgos ideológicos es supremamente costoso para los habitantes que viven en ese escenario.

Hay que reconocer que Bogotá tiene un voto muy estructurado en términos de ser un voto de opinión. El habitante de Bogotá quiere tener la oportunidad de variar si los hechos confirman las opiniones que se están planteando. Pero yo creo que con total transparencia, y sobre todo con sinceridad, que uno puede hablar de que este para mí es un proyecto más profesional que político, pues yo estoy acá sentado es pensando en los problemas de todos los habitantes, de Bogotá, sin importar su ideología y esa es la propuesta que estamos planteando.

M.B.: Eso a mí no me queda claro ¿por qué específicamente centro derecha? ¿porque no centro izquierda o porque no centro nada más?

J.D.O.: Es el caso del aborto o el de los derechos de la población LGBTIQ+, que desde el punto de vista doctrinal, la derecha no los ve como un elemento positivo. Por eso la extrema derecha en Colombia cada rato me escribe: “con mis niños no te metas”. Salió un vídeo también en TikTok diciendo que “ojo que Oviedo no es el candidato del uribismo sino que es un progresista porque fue a la marcha, porque pidió la Ley Integral trans”. Entonces, ahí es difícil estar alrededor o muy pegado a la derecha

Sin embargo, cuando vamos al segmento de izquierda, uno ve un énfasis muy importante en la redistribución asistencialista a través de herramientas tributarias muy marcadas a partir del ingreso de los hogares. Ese es un elemento en el que yo me aparto: a esa redistribución eminentemente asistencialista del ingreso de los hogares. Yo sí creo que además de retribuir tenemos que crear todavía en Colombia una renta muchísimo más grande o de mayor tamaño para que haya más empleo, para que haya menos informalidad, para que haya más actividad económica, para que haya más ingresos y por consiguiente más capacidad de compra de los habitantes del país.

Por eso es que tú ves rápidamente que mi espectro está más orientado hacia el centro, pero en el caso particular, por el enfoque de las ayudas institucionales solo como herramientas necesarias para complementar la dinámica económica, pues ideológicamente me ubico más hacia la derecha. Por eso mi calificación del 1 al 10 es de 6. Recuerda que 8, 9 y 10 es derecha; 1,2 y 3 es izquierda; 4, 5, 6 y 7 corresponden al centro.

M.B.: Me contabas que saliste a la marcha y el objetivo de este año era promover la Ley Integral Trans ¿Qué has contemplado en cuanto a las propuestas que podrían salir en esta candidatura respecto a los derechos de la población LGBTIQ+?

J.D.O.: Bueno, nosotros tenemos un capítulo fundamental de inclusión y diversidad, en donde está el enfoque de derechos de la población LGBTIQ+, pero también están los enfoques sobre derechos de la población con discapacidad, de la población indígena, de la población negra, la población gitana, de la población adulta mayor y de la población de mujeres de 45 años o más.

En ese escenario, cuando nosotros estamos viendo cuál es el rol de la inclusión y la diversidad dentro de nuestro programa de gobierno, la esencia del programa está basada en que queremos unir a los habitantes de Bogotá bajo la premisa de que todos somos capaces de caber o de pintar un espacio de la ciudad y de usarlo de forma solidaria y en forma respetuosa. Ahí tenemos varios elementos: nosotros queremos que el criterio de exclusión laboral que está enfrentando la población LGTBIQ+ empiece a disminuir a partir de acciones de política pública. Recordemos que aproximadamente el 80% de la población que corresponde a orientación sexual e identidad de género diversos forma parte de la fuerza laboral. Ese mismo porcentaje se reduce a casi dos terceras partes en la población que no tiene identidad sexual o identidad de género de diversos. Eso significa que nosotros, los miembros de la población LGBTIQ+, queremos trabajar más, pero esta brecha entre el 66% y el 80%, que es una brecha de casi 14 puntos, no se compensa con el mayor salario que trabajan. Entonces aquí tenemos un desafío supremamente importante, porque si tenemos más personas LGBTIQ+ participando de la fuerza laboral, frente a las personas que no tienen orientación sexual o identidad de género de diversos, necesitamos que existan acciones afirmativas en materia de inclusión de la población LGBTIQ+.

No es justo que haya un exceso de 14 puntos porcentuales de más en la participación laboral y un déficit o un exceso también de casi 4 puntos porcentuales de desempleo. La esencia de nuestro programa en materia de inclusión y diversidad está basada en la generación de oportunidades de estudio y oportunidades laborales que no discriminen ningún tipo de etnia, persona de carácter campesino y que no discriminen a hombres y mujeres. Queremos que no exista ese principio de discriminación, pero al mismo tiempo lo que queremos es ir a preguntarle a nuestra población con enfoque diferencial —la LGBTIQ—, qué estudiaron, qué saben hacer, qué quieren hacer, para nosotros poder favorecer un emparejamiento muy asertivo.

En el tema de La Ley Trans es preocupante como el estereotipo de trabajadoras sexuales solo las lleva a conseguir empleo en esa actividad cuando en realidad muchas de ellas o ellos tienen formación y preparación en otras áreas del conocimiento de gran envergadura pero que aquí en Colombia no contratan. Por eso terminan yéndose al extranjero. Yo creo que aquí hay una oportunidad valiosísima de reconocer que la inclusión laboral es una herramienta trascendental para la inclusión social económica y política de la población LGBTIQ+, y vamos a trabajar muy duro para que así sea en nuestra Bogotá

M.B.: En Bogotá suele comentarse que la inseguridad ha crecido mucho debido a los venezolanos y a todos estos patrones de migración ¿Tú qué opinas respecto a eso? ¿Qué pasa respecto a la seguridad de Bogotá y que podrías hacer mejor?

J.D.O.: Miranda, en ese punto, cuando uno ve la cifras históricas de hechos violentos en Bogotá, se ve un incremento abrupto de los crímenes de alto impacto entre 2015, 2016 y 2017 —que coincide con el inicio de la migración venezolana. Más allá de querer buscar una culpa, lo que nosotros debemos reconocer es que nuestro sistema de seguridad, justicia y convivencia no previó anticipadamente el impacto que podía generar la llegada de más y más implicados en la comisión de un crimen aquí en Colombia. Por eso es que nosotros queremos incrementar la capacidad de las cárceles del distrito a través de alianzas público privadas que nos permitan retener efectivamente a las personas que son halladas en flagrancia, sin que exista el temor de que algún día esa puerta se va a caer y no va a cumplir ese resultado.

Aquí hay un elemento clave para resaltar: cuando nosotros estamos hablando de inclusión tenemos que hablar de herramientas en las que la seguridad sea un sentimiento que nos haga sentir protegidos y que al mismo tiempo nos haga sentir que nuestros intereses se defienden. Cuando la criminalización confluye en una judicialización es ahí donde se está rompiendo la cadena porque que la gente se siente decepcionada —incluso la misma policía— al ver que capturan a los criminales, los tienen dos tres días y, como no hay trámite, entonces resuelven soltarlos. En el tema de la seguridad debe mejorar ese concepto de “efectividad policial”. Se dará mayor pie de fuerza e infraestructura fiscal y de cárceles para los implicados. Este va a ser un elemento supremamente importante para mejorar la percepción de seguridad.

También se suman dos elementos adicionales: el primero está asociado con pensar que la seguridad también es un ejercicio de convivencia y cómo la vamos a aterrizar en los barrios y en las comunidades. El segundo un elemento fundamental que me parece complementario a esa efectividad y es que necesitamos que haya una reconciliación entre los jóvenes y la policía.

Se rompieron unos vínculos, que eran delgados, pero que eran necesarios para que hubiera una articulación con el enfoque de autoridad y seguridad de la policía. Los principales interesados en denunciar a la policía en el marco de la manifestación social fueron principalmente las víctimas de abuso sexual y de trauma ocular. Yo sé que es difícil porque duele muchísimo, pero tenemos que lograr que la historia también la construyamos hacia adelante: que se puedan decir entre jóvenes y policías “ustedes nunca van a ser amigos porque esto es como un partido de fútbol, pero hay unas reglas de juego, no hay que darse tanta pata y no hay que abusar de la fuerza policial y del ímpetu juvenil”. Tenemos que reconocer que hay una regla de juego que hay que cumplir. Que el partido entre jóvenes y la policía sea en cómo pensamos en la seguridad a largo plazo de nuestra ciudad.

M.B.: ¿Esta reconciliación también la planeas desde la formación de los policías ?

J.D.O.: Yo creo que tiene que ser integral: no se trata de salir y abrazarnos, aunque, pueden ser importantes los actos de reconciliación simbólicos. Lo que necesitamos es que esa simbología se aterrice en un reentrenamiento de todo el pie de fuerza en Bogotá para hablar claramente de lo que pasó y en lo que no debe volver a suceder. Las actuaciones policiales deben estar basadas en el respeto de la diversidad, tener respeto de los habitantes y sobre todo los derechos humanos de todos. No podemos ser como Bukele que dice que los derechos humanos de los delincuentes valen menos que los de “la gente de bien”.

Tenemos que garantizar un funcionamiento efectivo de la policía no solo a partir del ejercicio de reconciliación, sino también a partir de un ejercicio de reentrenamiento que queremos hacer en el SMED —que es la escuela de la Policía Metropolitana de Bogotá— para que podamos entender cómo son las aproximaciones al trato, cuáles son las consecuencias. Por ejemplo: el maltrato físico que ejerce contra los trabajadores sexuales trans de Santa Fe, que las cogen en moto y las agarran del pelo y las arrastran la cuadra entera, las dejan sin poder trabajar dos o tres días. No podemos permitir que el trato de la policía hacia los habitantes de Bogotá sea un trato discriminatorio y mucho menos violatorio de los demás derechos humanos.

M.B.: Yo quisiera que no dejáramos de lado su inmersión urbanística en Bosa de la cual se ha hablado tanto. A mí me encantaría saber qué aprendió de todo eso y cómo eso impacta en sus propuestas

J.D.O.: Para mí ha sido una experiencia supremamente constructiva, en lo personal, y que me ha llevado a que me quede claro que el planteamiento de nuestra campaña, o de lo que queremos hacer en Bogotá, es ser capaces de reconocer nuestras realidades para buscar soluciones a los problemas que están en esa realidad.

Lo de Bosa es el resultado de un desafío que me hace un tiktoker de la Javeriana y yo le respondí que me parecía interesante hacer un ejercicio de inmersión urbanística en otras localidades de Bogotá. Yo ya había tenido la experiencia de vivir un mes y medio en Mompox y vi cómo vive la gente pobre; cómo se divierte también en medio de sus limitaciones y sus vulnerabilidades la gente pobre y la gente afectada por la violencia. También vi la gente opulenta con sus mansiones y cómo la pobreza se profundiza por los mecanismos económicos que se generan en el entorno.

Por ejemplo, cuando tú ves que una botella de agua con gas vale casi el doble que un litro de gaseosa de uva con toneladas de azúcar —y tú dices “¿cómo le van a poner impuestos azucarados, sí es lo que se toma en todas las zonas pobres del país?”—, se ve que hay un problema de inequidad social en materia de bebidas azucarada porque el agua es muy costosa y muy escasa.

Conocer esa realidad es para mí es un tema supremamente importante porque hay algo que, en mi perspectiva profesional, marca mucho y son los criterios que yo tengo para tomar decisiones y es mi estudio de doctorado. En regulación económica le enseñan a uno que esta tiene que proveer soluciones compatibles con incentivos, con los principios básicos de racionalidad y, finalmente, tienen que ser implementables, es decir, que tienes que ir a ver en qué mundo vas a predicar la solución y si tus soluciones son pertinentes para esas personas. Esa es la clave del éxito para no equivocarse después. Tú puedes decir “vamos a dar descuentos a las personas que compren de una vez 25 kilos de arroz para que sean menos pobres”. Eso no va a afectar nada la pobreza de esas personas porque nadie del barrio tiene la plata para comprarte de un solo tacazo 25 kilos de arroz, porque si no se queda sin pagar la luz o se queda sin pagar el colegio. Pensar en una solución para sacar de la pobreza a la gente pobre de Mompox poniendo un descuento del 20% a 25 kilos de arroz comprados de una, nunca va a tener un impacto porque esa población compra de a manotón de arroz.

A mí me parece importante que Bogotá todavía cree —y me lo confirma esta experiencia— que solo hay pobres y ricos y que en la mitad no hay nada. La gente teme decir que es clase media, tanto que el presidente se refiere despectivamente a la gente que salió a manifestarse en contra de sus reformas diciendo que era una “clase media arribista”. Eso es una verdadera trampa de pobreza para el país, porque si seguimos creyendo que en nuestra sociedad los ricos van en helicóptero a la oficina o tienen apartamentos en Miami y el resto son pobres, pues nunca vamos a tener un criterio para ponernos en el lugar de los otros a la hora de pensar en cómo redistribuimos las cosas en nuestra sociedad.

Esta inmersión urbanística en Bosa para mí es una experiencia de ponerme en los pies de otros y de reconocer que en Bosa hay gente viviendo en la mierda en un barrio regular por la crueldad de un plan parcial —que es el Plan Parcial El Edén que lleva 17 años sin hacerse por una consulta previa indígena, y al que nadie le ha querido parar bolas. La gente está viviendo en la mierda: vas al baño de la casa y con un palo empujas todo para que se vaya a un gran pantano que termina en el río Tunjuelo. Entonces tú dices, “¿pero si esto lleva 17 años porque no podemos tener un sistema de pozos sépticos al menos de emergencia para que 5.000 personas no vivan en la mierda?”.

También hay gente emprendedora como la de mi barrio, Brasilia, donde los vecinos se cuidan entre ellos porque enfrentan redes de extorsión y de hurto de celulares. Todos en la calle están cuidando y tienen una red de vigilancia entre ellos. Por ejemplo: yo no tengo internet en la casa porque Claro no funciona y el plan de datos no funciona dentro de la casa. Es una casa típica de Bosa que fue haciéndose por pisos: yo vivo en el primer piso, don Darío en el segundo piso, la hija vivía en el tercer piso y arriba hay una terraza donde se hacen asados. Entonces en mi caso es una caverna donde yo tengo que salir a la puerta a revisar el internet. Doña Karen siempre sale diciendo “hermano, pilas que le quitan el teléfono”. Sí, ese es el concepto de capital social y de redes que existe en medio de esas circunstancias en las que también la gente está saliendo adelante y está ausente en otros lados de la ciudad —donde lo único que están esperando es que a mí me escupan y me tiren tomates en la puerta de mi casa en Bosa, porque eso es lo que desea más de medio ciudad, que a mí me abucheen y que salga el vídeo.

Para mi una frase muy potente, que la escuché en una conversación con líderes de la comuna 13 en Medellín —muchos de ellos que estuvieron en la manifestación social— decía “Nosotros no queremos que nos regalen cosas. Queremos que reconozcan lo que somos lo que hacemos y que eso detone en una conversación para saber cómo vamos a mejorar las condiciones de eso que somos y eso que hacemos”

M.B.: ¿No crees que puedes generar algún sesgo en la gente que está a tu alrededor y que de alguna manera no se muestre la realidad tal cual es por el hecho de ser tú? ¿hay algún tipo de estrategia para atenuar ese sesgo que puede generar en la gente?

J.D.O.: Ya no puedo echar marcha atrás con eso. Tendría que ir con una bolsa de papel y ponerme un distorsionador de voz para que no me identifiquen por la voz. A pesar de eso, yo sí siento que la gente valora que quiera compartir esas experiencias o que uno haga cola en el mismo supermercado que ellos. Eso para mí no es una expresión de proselitismo político, sino que es una expresión de que uno sí quisiera que sus líderes políticos fueran más conscientes de que la solidaridad no sólo es un sentimiento abstracto, sino que también se puede vivir en puertas cotidianas. Eso es lo que yo veo: reconocer otras cosas, reconocer todas las partes de la ciudad —de salir a comer en otra zona o de conocer la rumba en Bosa Piamonte—; de los nuevos colegios como El Colegio Centenario que hicieron allá —que fue una cosa hermosa y que no existe en otra parte de la ciudad—; de ver la potencia de ese portal de Las Américas —que es el portal que más mueve gente en toda la ciudad—, y de ver que pasó en el contexto de la manifestación social.

Yo creo que para mí es un aprendizaje muy grande. Tanto es así que yo estaba pensando en que esto se pudiera hacer en algún momento. Quiero conocer más cosas y sobre todo, también, contribuir a romper esos estereotipos tan jartos. Acuérdate que el portal de Bosa mueve una mayor cantidad de gente: no solo porque Bosa es la localidad más poblada de Bogotá, es porque mueve la mayor parte de la fuerza de trabajo de la ciudad hacia los nodos de actividad económica. Por eso la primera línea de metro de Bogotá arranca desde Bosa, por la demanda tan importante de movilización que genera.

¿Cuáles serían los tres puntos claves que tú dirías “a Bogotá le hace falta esto y es por donde quiero entrar a hacer las propuestas más fuertes”?

Yo creo que dentro de cada área como movilidad, seguridad y pobreza, hay hitos fundamentales. En el caso de movilidad, yo creo que el elemento más importante que nosotros queremos sacar adelante es la meticulosa supervisión del plan de obras de la ciudad. También queremos quitar el pico y placas y sustituirlo con otra medida.

En términos de seguridad nos parece fundamental el ejercicio de reconciliarse con los jóvenes y el tema de los transmilenios como zona segura.

Por último, en temas de pobreza nos parece fundamental que Bogotá logre recuperar casi tres puntos porcentuales de peso dentro del Producto Interno Bruto de la economía colombiana, y que no los ha podido recuperar después de la pandemia. Y en segundo lugar, que podamos tener un ecosistema Distrital de oficios y habilidades: que en todas las universidades e institutos de formación técnica y tecnológica del distrito, públicas o privadas, ofrezcan de forma gratuita una formación en oficios y que los egresados de esos programas ingresen a un Sistema Distrital de empleo muy eficiente que logre poner a hablar a la ciudad con los empresarios, para saber qué oficios se necesitan con los habitantes y saber qué competencias tienes y que al mismo tiempo estemos hablando con la academia a la hora de formar las competencias que necesiten la ciudad verdaderamente para su futuro

Creo que en esas tres áreas esos elementos son para nosotros los más importantes que quisiéramos que sucedieran en unos cuatro años de nuestra administración.


 

Por: Miranda Bejarano

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