Me ufanaba de despreciar la manía del periodismo colombiano por las columnas de opinión. A esta patología la he llamado más de una vez “columnismo”. El periodista, siempre en el centro, dando opiniones escuetas sobre el tema estrella de la semana bajo títulos ingeniosos. Por eso, en mi paso por este periódico, he abrazado la investigación y la reportería en un esfuerzo, francamente formalista, de “contar los hechos” y contarlos largo. En esta, mi última publicación en el periódico, he decidido ser objeto de mi propia burla y opinar en honor al periodismo estudiantil y de quienes me acogieron en El Uniandino.
Un medio estudiantil es ante todo, una gran escuela de periodismo. Aún así, sin importar qué tan largo ha sido tu trayecto haciendo periodismo, escribes para el jurado más exigente de todos: el estudiantado que es, por su naturaleza, crítico y voraz.
El estudiante no es sólo un crítico impasible, es también el sujeto de tu atención: la estudiante iracunda por el alza de matrículas, el que compra trabajos para no tirarse la materia, la estudiante feminista frente a la Corte Constitucional, el conservador desesperanzado, la médica indignada con el poder avasallante del médico, la estudiante animalista. Antes de ser periodista no podías ni sospechar que todos ellos existían en un mismo espacio, el periodismo hace que te des cuenta, que te conviertes en fisgona de tu alrededor. De repente, tus compañeros te preguntan que dónde es la marcha, qué a qué hora es la asamblea y se sientan a conversarte sobre las publicaciones recientes del periódico.
Es que el periodismo estudiantil, al publicarse, le permite a otros estudiantes entrar en una conversación que les compete y que tú has llevado al ciberespacio. Esto es importante porque la información bien investigada, rigurosamente dispuesta, sirve de instrumento para que los estudiantes no se queden cruzados de brazos frente al poder. Muchos estarían en desacuerdo conmigo, pero los hechos no se cuentan porque sí, ni se lanzan al vacío. Se cuentan porque son relevantes para quien los lee.
Y aunque anteriormente he dicho que me gusta “contar los hechos” no puedo negar mi injerencia en ellos, pues soy yo quien los narra y quien decide la pregunta. Con esto quiero decir que los hechos no son puros, pues se construyen a partir de historias que busco y que me buscan. Estos tampoco están aislados de mi condición de estudiante. Desde ahí suelo escoger lo que me incomoda.
De entre todas las historias, se escoge un tema, que es como una marquilla que te molesta en un saco e insiste en que le pongas atención, y la cortes, y la mires. Y así, al ponerle atención a un tema que incomoda, con suerte, algunas cosas cambian. Algunas no, y hay que seguir contándolas.
Las historias están escritas por otros antes de que yo las organice, les ponga un ritmo, las desenrede y las ponga a dialogar. Cuando redacto me vuelvo por un momento el personaje al que he entrevistado, tomo sus palabras y firmo con mi nombre al final de la hoja. El personaje me obsesiona y habla, al fin y al cabo, de mí.
Para quién canto yo entonces
Si los humildes nunca me entienden
Si los hermanos se cansan
De oír las palabras que oyeron siempre
Si los que saben no necesitan que les enseñen
(...)
Yo canto para esa gente
Porque también soy uno de ellos
Ellos escriben las cosas
Y yo les pongo melodía y verso (...)
***
Quiero agradecer a las personas que me acogieron en este periódico y, como si no fuera obvio, quiero invitar a quien me lea a seguir dándole vida al periodismo estudiantil.
Agradecimientos
Alejandro Lozada, mi buen amigo y fundador de El Uniandino: llevo seis meses copiándote las enseñanzas que me dejaste ahora que soy (fui) editora. Cuando me meto en las historias que edito, de paso, te meto a ti. Gracias por abrirme el camino en este oficio bello.
Juan Manuel Ospina, editor de periodístico, gracias por ser el receptor de mis dudas y responderlas en párrafos largos y cuidadosos -siempre con una ortografía finísima-. Gracias por creer en mis ideas y ponerlas en discusión. Gracias por tu nobleza y tu vocación envidiable de maestro.
Susana Echavarría, directora de El Uniandino, gracias por haber tomado las riendas de este periódico que necesita figuras tan convencidas del periodismo como tú. Gracias por haberme antecedido en investigaciones admirables y por ser, extrañamente, quien ha demarcado un camino que yo he ido siguiendo. El camino se bifurca hoy: tu defiendes periodistas y yo entro en un medio periodístico.
Santiago Amaya y María Fernanda Alarcón, gracias por acompañarme en este sufrimiento que es ser periodista de investigación, por agarrarse los pelos junto a mi cuando algo no sale bien, por ser mis compañeros.
A los periodistas que edité, gracias por aguantar mis soliloquios de enseñanzas y por permitirme ser intrusa en sus historias.
Siempre periodismo, dice (paradójicamente para mí) un gran columnista colombiano, Daniel Coronell.
Tiene razón, y hoy me provoca a mi decir: ¡Larga vida al periodismo estudiantil!
Atentamente,
Natalia Chavarro Naranjo .
Por: Natalia Chavarro Naranjo
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