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El Uniandino

Las cicatrices de Luz Lizarazo


“Ha sido compleja la lucha en el siglo XX para que las artistas mujeres accedan a los espacios institucionales de arte. […] Si nos manejáramos en un espacio meramente estadístico, nos sorprenden la cantidad de exclusiones existentes para la presencia femenina en el campo artístico”, afirma Ivonne Pini, docente y editora ejecutiva de la revista ArtNexus, frente a la brecha de género ante la cual el sector museal no es excepción. En Colombia, el arte femenino constituye una cuota mínima en las colecciones artísticas del país. Aproximadamente el 8% de las poco más de 6.000 obras que contiene la colección del Museo del Banco de la República fueron realizadas por mujeres; además, y únicamente el 20% de los más de 1.200 artistas que albergaba la colección del MAMBO hasta inicios de este año son mujeres. “En el MAMBO hemos tenido una representación de arte femenino en los ciclos de exposición. La colección, en cambio, refleja una situación que comparte con todas las instituciones alrededor del mundo”, admite Eugenio Viola, curador en jefe del museo.



En medio de este panorama, el MAMBO ha implementado varias iniciativas para lograr dar mayor visibilidad a artistas femeninas. Una de las más exitosas fue la inauguración, el pasado 28 de agosto, de su más reciente ciclo expositivo, Conversaciones al sur –que busca homenajear a la crítica de arte, historiadora y fundadora de la institución, Marta Traba–. En palabras de Viola, la mirada curatorial en Conversaciones al sur se destaca por “realizar lo que el filósofo Giorgio Agamben define como una mirada arqueológica hacia el presente. Es una estrategia para invocar el pasado para cuestionar el presente”. Conversaciones al sur retoma el trabajo de tres artistas femeninas –Alba Triana, Luz Lizarazo y Voluspa Jarpa– para dar lugar a una propuesta que rescata las luchas socioculturales, de género y representación en América Latina. El Uniandino tuvo la oportunidad de charlar con Luz Lizarazo a propósito de su propuesta creativa y de su participación en el ciclo de la mano de Cicatrices, su primera exposición antológica institucional.




La trayectoria artística de Lizarazo comenzó hace poco más de treinta años, cuando la artista tuvo que decidir entre seguir sus estudios en danza o iniciar sus estudios en el arte. En aquel entonces, comenta, “era una decisión compleja de tomar, no teníamos muchos sitios de formación fuertes y se sabía que todo lo que sucedía alrededor del arte en Colombia era un poco incipiente. No teníamos garantías, ni todo lo que sucede hoy en día a pesar del momento tan loco que vivimos”. Finalmente, eligió al arte, el oficio que sintió más afín. Se tuvo que enfrentar a un arduo proceso para aprender y desaprender, construir y dar lugar a un camino de trabajo colaborativo de la mano de artesanos. Esto dio lugar al amplio número de técnicas –desde el dibujo y la pintura, hasta el manejo de vidrio y bordado– que ha explorado. “Mi técnica favorita, en la que mejor me siento, es el dibujo. Es el lugar que me permite estar más conmigo misma. Sé que a partir de esto ha nacido todo lo demás. Entiendo mediante él todos mis procesos”, afirma.


Al ver su obra es inevitable notar la relevancia que la artista atribuye al cuerpo. Es un espacio de construcción identitaria y de expresión. “El cuerpo para mí es el lugar donde todo sucede. Es el espacio que nos define como seres humanos, como género, raza”. En esta ocasión la corporalidad de la obra de Lizarazo trasciende el ámbito representacional. De la mano de la Compañía de Danza del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, realizó una performance. “Esta es la primera vez en la que tengo un trabajo en el que el cuerpo está presente. Fue una experiencia increíble y muy fácil porque la armé de manera en la que yo no era directamente la involucrada”.


Foto: Luz Lizarazo


Partiendo de la influencia de artistas como Louise Bourgeois, Kiki Smith, Ana Mendieta y Eva Hesse, Lizarazo realiza una exploración del cuerpo que va más allá de la representación del desnudo y de la piel con una connotación erótica. El cuerpo para Lizarazo es un templo y lo expone como ente susceptible a la violencia y a la vulnerabilidad. “Siento que la fuerza del desnudo dentro de mi trabajo está en el poder decir todo lo que quiero sin caer en las obviedades. […] Ese es el poder del arte, cuando a través de una imagen tú puedes impactar al público sin necesidad de ser explícito, tú permites que la persona tenga diferentes interpretaciones”, admite.


Su aproximación al arte se caracteriza por no perder de vista la unión espiritual que encuentra entre la naturaleza y el ser humano como parte de ella. Para ella, que cuenta también con formación en el Kundalini Yoga –una práctica ancestral de origen hindú que favorece el trabajo espiritual y el balance energético–, los animales son una fuente constante de inspiración. “Me llegó a través de una meditación. Tuve un contacto físico muy fuerte con un escarabajo. Sentía su textura y su respiración. Sabía que algo importante estaba pasando en mi vida. Supe que la presencia de este animal tenía un mensaje: mi falta de conexión con la tierra”. Esa experiencia dio lugar a una nueva vertiente expresiva en la obra de Lizarazo: la representación de cuerpos femeninos con características animales. Así nació su serie Animales de poder, la cual busca articular a su experiencia de vida las características y lecciones que cada animal representado ofrece.



La obra de Luz Lizarazo, en el marco de Conversaciones al sur, cobra una relevancia particular. Cicatrices se transforma en testimonio de la memoria frente a su creadora y el contexto en el que se gestó. La exposición encarna la forma en la cual la artista percibe la realidad del país, a la vez que genera una ruptura frente a la marginalización del arte femenino. Las interpretaciones de Lizarazo son dolorosas y desgarradoras porque pretenden mimetizar el abandono social e institucional frente a la mujer, a la vez que rescata las luchas contra la revictimización; es arte que busca que “las personas vean la fuerza de lo femenino”, en palabras de la artista. “Quiero que en 20 años si alguien mira un dibujo como Las niñas sin ejército se pregunte por qué se hizo ese dibujo en el 2020 y que se sepa qué fue lo que sucedió”, concluye.




El trabajo del artista, bajo su perspectiva, es rescatar sucesos del desconocimiento y la indiferencia colectiva; “parte de la labor que tenemos nosotros los artistas con la sociedad, nuestra responsabilidad, es hacer que haya cosas que no se olviden. Me parece importantísimo dejar ese manifiesto a través del trabajo que hacemos”. En dicho sentido, resulta irrebatible el carácter político del ciclo expositivo. “La temática política surgió con el proyecto mismo […] Es un proyecto muy doloroso pero necesario”, agrega Eugenio Viola al respecto. De esta forma, Conversaciones al sur constituye una apertura al diálogo más que una respuesta definitiva al problema de visibilización femenina en el arte. “El arte más interesante es el que te da más preguntas que respuestas. [Da] una mirada bizca, si así se prefiere, sobre las contradicciones de la realidad”, concluye Viola.


*Conversaciones al sur estará disponible al público hasta el 6 de febrero del 2022.


 

Por: Melissa Betancour




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