Luego de un año y medio desde que apareció el COVID-19, y a pesar de la reapertura fruto de los avances en la vacunación, cientos de estudiantes de Los Andes que viven fuera de Bogotá siguen viendo clases de forma virtual. “Los primeros semestres son los que uno utiliza para socializar, para conocer gente y para crear lazos fuertes, pero yo no tuve esa posibilidad”, nos dijo uno de ellos.
La plata, en gran parte, motivó la decisión de no regresar al campus. La universidad dice que hizo lo necesario para fomentar el retorno y mantenerse flexible. Mientras tanto, expertos en educación nos dijeron que las consecuencias de esta situación pueden ser nefastas a largo plazo: se pueden ampliar las brechas sociales.
Abajo el reportaje completo.
El tema sí es la plata, pero no solo eso
“Volver al campus es bonito. Es agradable compartir con los amigos, pero la situación en este momento de mi familia no da para asumir esos costos, porque en mi casa puedo hacer lo mismo y sale más barato”, explica Deepak Rendón, estudiante de tercer semestre de economía, sobre su decisión de ver sus clases virtualmente. Rendón, habitante de Bucaramanga, aplazó el semestre de 2021-1 porque no quería otro semestre virtual. Para la segunda mitad del año ya se sentía “motivado y renovado” para volver a clases, pero nuevamente lo está haciendo sentado frente a la pantalla del computador. Al igual que Rendón, para la mayoría de estudiantes con los que habló El Uniandino, los costos en transporte, vivienda y alimentación, fueron la principal razón para no volver al campus este semestre.
“Me quedé en Tunja porque siento más comodidad que estando en Bogotá. Allá vivía lejos de la universidad, y el familiar con el que vivía se fue de Bogotá. Ya no tengo un sitio para quedarme”, nos contó por su parte Jorge Lozano, estudiante de octavo semestre de economía. Encontrar vivienda es otro problema que repiten los estudiantes con los que hablamos. “El semestre pasado pensé que iba, pero el tema de la vivienda es un gran impedimento”, nos dijo Yara Iturry, estudiante de psicología de quinto semestre y habitante de Buenaventura.
Además del tema de la plata y la vivienda, estudiantes como Martín Maestre, en cuarto semestre de ingeniería mecánica, pensaron que para el 2021-2 la presencialidad no iba a ser alta: “Pero cuando empezaron las clases me di cuenta que no era así”, nos dijo. Y tiene razón.
El nivel de presencialidad del 2021-2, como habíamos anticipado, es el más alto desde que empezó la pandemia gracias al avance de la vacunación, la caída en la curva de muertes y contagios por COVID-19, y la reactivación económica. “Sujeto a las restricciones de aforo y los protocolos de bioseguridad, establecimos unas metas altas para este semestre”, le respondió a El Uniandino por correo electrónico la rectora encargada Raquel Bernal. Y según ella, las metas se han cumplido: “Cada día hemos tenido entre 4 mil y 5.3 mil estudiantes, y otros cerca de 1.3 mil entre profesores administrativos y personal de soporte. Esto cumple con nuestras expectativas del 50% de capacidad del campus”. Claramente, existe un aumento respecto al semestre anterior: en su punto máximo solo asistieron 2 mil estudiantes.
De todas formas, y con base en las cifras que entregó Bernal, todavía cientos de estudiantes no van al campus desde marzo de 2020. “Estoy acostumbrada a estar en mi casa, [...] tengo ciertas actividades acá que no quiero dejar”, nos dijo Ashley Herrera, estudiante de quinto semestre de psicología y habitante de Buenaventura. Herrera nos contó que en enero de este año se involucró en un grupo de danza de su iglesia, y ha logrado establecer vínculos importantes allí: “En Bogotá no es lo mismo, me hace falta el sabor costeño que tenemos”.
Regresar a vivir y a estudiar con la familia fue visto al principio como un choque, pero hoy para muchos se volvió costumbre, inclusive una costumbre agradable. “Con mi mamá vivimos solas, yo soy su compañía y ella la mía. Me dice: no te vayas, pero a la vez: te tienes que ir en algún momento”, nos contó Iturry. Según la mayoría de estudiantes que entrevistamos, la decisión de no volver fue tomada en conjunto con su familia y, de nuevo, el ahorro económico fue una gran motivación. “A mi mamá le gustó la decisión de quedarme porque estamos ahorrando dinero [...] en Bogotá me gastaba mucho, allá son solo gastos y gastos”, nos dijo Herrera.
La distancia entre lo que se planeó y lo que sucedió
Este semestre la universidad decidió implementar un “modelo flexible” que combina 50% de cursos semipresenciales con 50% de cursos virtuales. “La cartelera estaba diseñada para que el estudiante pudiera hacer tanta presencialidad como quisiera o tanta virtualidad como necesitara”, nos explicó la rectora encargada Bernal. Aunque Los Andes hizo énfasis en la capacidad de los estudiantes por armar un horario libre, se implementaron medidas que incentivaron el regreso. Por ejemplo, más de un tercio de los cursos ofrecen todas sus sesiones en el campus. También existen cursos donde la presencialidad es obligatoria, pues no se transmiten en vivo ni se graban las clases.
Sin embargo, para más de la mitad de estudiantes con los que hablamos, el nivel de presencialidad este semestre no fue suficiente. “Tan solo el 10% de mis clases requieren que vaya al campus, lo que para mí y mi familia no compensa los gastos de mantenerme en Bogotá”, explica Yeleika Tafur, estudiante de cuarto semestre de economía y originaria de Valledupar.
Aunque la hoy rectora encargada afirmó en un vídeo que “un estudiante que no pueda regresar al campus, tendrá la posibilidad de organizar un horario 100% virtual”, existen casos en donde esto no se cumplió.
Alejandra Martínez, estudiante de segundo semestre de ingeniería de alimentos, no tenía planes de ir al campus, sino hasta luego de la semana de receso. Creyó que una clase que sería presencial la podía ver virtualmente, pero se confundió: era sin transmisión ni grabación. “La única opción que me dio la profesora fue que retirara la materia y metiera otra, pero esa era la única que podía meter”, nos contó Martínez. “No me podía dar el lujo de ver la materia el próximo semestre, me atrasaba un montón”. Al final, tuvo que viajar desde Cali a Bogotá. “Cuando estaba haciendo maletas se me salían las lágrimas [...] Fue súper triste porque no me quería ir, allá no tengo familia, vivo sola”, nos explicó Martínez.
Lo mismo le pasó a Nasly Villa, estudiante de ingeniería civil de primer semestre y oriunda de Cúcuta, quien planeó viajar a Bogotá luego de dos semanas de iniciado el semestre. “Al inscribirla no noté que la clase era sin transmisión [...] iba a perder cuatro clases presenciales y no me servía para llegar y adelantarme”, nos explicó. Al final, retiró la materia, pero inscribió otra sección por conflicto: “me tocó retirar inglés para poder meter la materia nuevamente”.
La rectora Bernal nos respondió sobre este tipo de casos que “no se podría hacer el horario ideal si no podía o no quería asistir al campus, pero sí se podía hacer un horario con créditos completos”. Explica que esto último se debe a la alta flexibilidad de la universidad y a que un estudiante podía completar su horario adelantando otro tipo de cursos. “Por tanto, estas excepciones parecen ocurrir por elección”, concluyó Bernal.
Estas fueron las secuelas
A un poco más de la mitad de estudiantes entrevistados les ha afectado emocionalmente, en algún grado, no volver a la presencialidad. “Ahora sí me da duro porque mis amigos dicen que van a hacer plan de piscina, de hacer deporte o de ir a una sala de estudio, pero a mí también me gustaría estar en esa misma dinámica, en esa vida universitaria”, nos dijo Luis Alejandro Riaño, estudiante de cuarto semestre de ingeniería mecánica y habitante de Ibagué. Iturry comparte una experiencia similar: “El jueves pasado estuve hablando con una amiga y me mandó una foto del salón. En ese momento me sentí muy triste, extrañé mucho la universidad”.
Para dos expertos en educación consultados por El Uniandino, no tener la experiencia universitaria completa sería perjudicial en términos del desarrollo personal y profesional de los estudiantes. “Si se reducen las competencias en habilidades socioemocionales, y se aíslan, los estudiantes tendrán menores herramientas para el mercado laboral, además de que se cierran a la oportunidad de crear redes sociales y comunitarias que les permitan crecer en el futuro”, explica Diego Escallón, magíster en políticas públicas de Los Andes y consultor en temas de educación del ICBF y del Ministerio de Educación. Por su parte, la rectora encargada Bernal, quien es además investigadora en formación de capital humano, afirma que “no sería sorprendente un aumento de las brechas socioeconómicas que ya eran bastante amplias en Colombia antes de la pandemia”.
“Como un estudiante en su primera etapa de carrera me afecta no ver a mis amigos, no poder disfrutar con ellos. Los primeros semestres son los que uno utiliza para socializar, para conocer gente y para crear lazos fuertes, pero yo no tuve esa posibilidad”, nos dijo el estudiante Riaño. Este parece ser un punto común para los estudiantes que entrevistamos: “En la virtualidad no pasa que decimos: te paso un link en Zoom y vamos a charlar sobre esto, o vamos a tomarnos unas cervezas virtuales. Eso no sucede”, cuenta entre risas el estudiante Rendón.
Para Victor Saavedra, investigador de Fedesarrollo y exviceministro de educación, “la educación presencial en las universidades no es sustituible por la virtual. [...] Sin lugar a dudas hay un efecto en pérdida de aprendizaje y hay un aumento en la deserción en las universidades”. Según cifras de la Asociación Colombiana de Universidades, para el segundo semestre de 2020 hubo una caída de 11% en las matrículas con respecto al mismo período de 2019. Tanto Escallón como Saavedra piensan que esto impactará negativamente la desigualdad. “Es muy posible que se aumenten las brechas por cobertura, pero también por diferencias de aprendizaje”, nos aseguró el exviceministro.
A lo anterior se le suman los problemas típicos de conexión a internet. Hace un año detallamos cómo los estudiantes en regiones tienen, en promedio, un internet 56% más lento que el de Bogotá. Según el último reporte del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, aunque la mayoría de departamentos mejoraron en velocidad, la brecha sigue siendo la misma: Bogotá tiene en promedio un internet 57% más rápido.
Comparado con otras universidades en el país, sin embargo, el efecto sería menos pronunciado en Los Andes. “Tenemos evidencia preliminar que indica que el desempeño de nuestros estudiantes se ha mantenido en niveles similares a aquellos observados antes de la pandemia, al igual que la percepción de bienestar general”, nos respondió la rectora encargada Bernal. Y eso es esperable dada la composición general de los estudiantes uniandinos. De 2018 a 2020, un 60% de estudiantes de primer semestre, en promedio, salieron de colegios de Bogotá, según el último boletín estadístico. Asimismo, los estudiantes de estrato 4, 5 y 6 conformaron un 70% de los matriculados para 2020-1, como se observa en el informe del rector del 2020. “Fue un choque generalizado para todo el sistema, pero probablemente los hogares de más altos ingresos van a tener menos afectación en aprendizaje y en el largo plazo en el salario”, agrega Saavedra.
Expectativas: volver, volver, volver
Volver al campus, eso es lo que quieren los estudiantes con los que hablamos. Algunos, como Iturry, han pensado hacerlo este semestre. Otros, como Maestre, ya están planeando hacerlo y están buscando vivienda: “Espero este semestre tener el aprendizaje práctico que me hace falta. [...] Me asusta no pisar la universidad durante este semestre, tendría un choque profesional y psicológico”.
“La intención es que la mayoría de cursos de la cartelera de 2022 sean semipresenciales o totalmente presenciales”, nos dijo la rectora encargada sobre los planes para el próximo año. Que más de la mitad o todas las clases sean en el campus es una condición que ponen los estudiantes para volver, lo que prevé niveles de presencialidad parecidos a los de antes de la pandemia.
Otra condición es que existan altos niveles de vacunación. Según el Ministerio de Salud, más de la mitad de colombianos ya tiene al menos una dosis. “En la actualización existente de la encuesta de caracterización, se observa un 55% de profesores con esquema completo, 41% de empleados administrativos y 20% de estudiantes”, nos dijo Bernal sobre el avance de la vacunación en Los Andes a inicios de septiembre. En junio, no obstante, la universidad nos dijo que para este momento preveían que toda la comunidad estaría vacunada.
Aún así, la virtualidad no se irá del todo. Pese a las perspectivas de mejora, y que según la OMS la pandemia terminaría en marzo del próximo año, una educación híbrida estaría presente en el futuro. “La universidad se encuentra compilando los aprendizajes de los últimos semestres para definir los elementos que debemos conservar y proteger en adelante”, nos dijo Bernal sobre cuál sería la apuesta de la
universidad en el futuro. Y agregó: “En la educación de posgrado, haremos una apuesta más grande por la virtualidad dado que le apunta específicamente a competencias profesionales”.
En últimas, en palabras del experto Escallón, “la flexibilidad llegó para quedarse”. Y por eso, para él la prioridad en este momento es “que se incentive el regreso gradual a la presencialidad, trabajar de la mano con los profesores para renovar las metodologías, mejorar la adaptación hacia clases híbridas y fomentar competencias comunitarias”. Todo esto para mitigar las consecuencias negativas y para hacer que estudiantes como Yara Iturry puedan volver: “Cuando inició la virtualidad [me emocioné] porque estaba en mi casa, con mi mamá, con mi familia. Pero ahora extraño la presencialidad. Ya es mucha virtualidad, ya me aburrí, ¡ya basta, por favor!”.
Por: Santiago Amaya
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