“El historial de Eduardo Behrentz” gana Premio Nacional de Periodismo CPB, aunque fue desindexado de Google.
Estimados lectores,
Hoy “El historial de Eduardo Behrentz”, un perfil del entonces vicerrector Eduardo Behrentz publicado en El Uniandino, recibió el Premio Nacional de Periodismo CPB 2022 en la categoría “Periodismo universitario”. El reportaje hizo parte de una serie sobre los entonces candidatos a la rectoría de la Universidad de los Andes en el proceso de elección para ocupar la vacante que dejó Alejandro Gaviria.
El premio es, sin lugar a dudas, un merecido reconocimiento al riguroso trabajo investigativo y periodístico de Alejandro Lozada y Liliana Marcela Cuadrado, quienes contra la opacidad institucional —y enfretándose incluso a las presiones y amenazas de censura—, le contaron a la comunidad estudiantil importantes sucesos sobre la vida profesional y académica del candidato.
El galardón no es el punto final de una historia con final feliz ya que, luego de un plan coordinado, el artículo fue censurado. Así lo había informado el mismo Alejandro Lozada, quien en su reportaje “Por debajo de la mesa intentan censurar “El historial de Eduardo Behrentz”” advirtió sobre las amenazas contra las fuentes, las solicitudes directas de modificación y remoción de contenido y los avisos fraudulentos de violación del derecho de autor.
La estrategia ganadora para la censura fue el abuso de los sistemas de protección de copyright para lograr que los motores de búsqueda —como Google— eliminasen o desindexasen nuestro reportaje. En esencia, nuestro anónimo censor, a través de reclamaciones por copyright, se ha encargado de convencer a Google —o mejor dicho a sus algoritmos— de que nuestro contenido es plagiado, aun cuando esto es patentemente falso.
En su momento, desde el periódico prendimos todas las alarmas necesarias para evitar el silenciamiento y enfrentar la intimidación —contactamos a El Veinte y a la FLIP y denunciamos ante Google la amenaza—, pero lo cierto es que combatir la censura se parece mucho a luchar contra una hidra: por cada cabeza que se corta le salen otras más.
No basta con ser independientes, promover la transparencia y exponer hechos verificables y contrastados cuando se cuenta con un equipo técnico que se vale de sus recursos para explotar la arquitectura del Internet a favor de la censura. Y es que literalmente fue eso lo que nos pasó. A la fecha, cualquier intento de acceder directamente a “El historial de Eduardo Behrentz” mediante Google es una tarea destinada al fracaso. Antes nuestra historia gozaba de un buen posicionamiento en las búsquedas de Google, ahora está relegada y anonimizada en un recóndito espacio en la parte inferior de las búsquedas. Allí el buscador nos avisa de manera escueta que “[e]n respuesta a un reclamo que recibimos según la Ley estadounidense de protección de los derechos de autor (US Digital Millennium Copyright Act), retiramos 4 resultados de esta página”.
Para todos los efectos prácticos nuestra publicación fue censurada. Aunque el reportaje no fue eliminado por completo, en el ecosistema de medios actual no es necesaria la supresión directa para matar una historia: basta desindexarla de un motor de búsqueda para asestarle un golpe fatal (o casi). Ciertamente, los censores no se han quedado relegados ya que han sabido actualizar sus métodos, aunque sus fines sean los mismos desde tiempo atrás.
Los aplausos para el periodismo se desvanecen cuando se encuentran nuevos —y cada vez más sofisticados— mecanismos para amañar el debate democrático y ocultar en la sombra del olvido información de interés público. El derecho a divulgar la información, así como a acceder a ella, son precondiciones necesarias para el ejercicio y la deliberación democrática. La erosión de estos principios trae consigo el peligroso resurgimiento de conductas autoritarias para las cuáles la libertad de expresión no es sino un obstáculo y enemigo.
El problema está lejos de ser hipotético. La censura en internet se ha convertido en un producto al alcance de quien pueda pagarlo. Las plataformas tienen las responsabilidad de encontrar o desarrollar mejores y más efectivas formas de atajarla para proporcionar espacios en donde la libertad de expresión pueda florecer verdaderamente ante el resurgimiento global de autoritarismos que hacen que el ejercicio del periodismo sea más difícil y peligroso. El compromiso de proteger este oficio es vital si de lo que se trata es de construir sociedades más igualitarias y transparentes.
Desde esta tribuna no podemos sino condenar cualquier esfuerzo antidemocrático a la par que renovamos nuestro inquebrantable compromiso con nuestros lectores de que seguiremos haciendo un periodismo riguroso, plural, independiente e incómodo —como debe ser—. Nos empeñaremos también en reestablecer la publicación en los motores de búsqueda, con pleno conocimiento de que ello implica continuar con el desgaste que conlleva luchar contra los abusos: esa es la piedra que escogimos llevar todos los días cuesta arriba. Nuestro compromiso con nuestros lectores así nos lo demanda.
Hoy celebramos la victoria de Liliana y Alejandro y les extendemos nuestras más sentidas felicitaciones por su generoso y siempre minucioso trabajo. Este ha sido esencial para promover el periodismo universitario.
Su labor es el mejor alimento para que nosotros sigamos haciendo la nuestra.
Por: Juan Manuel Ospina Sánchez, Editor de Investigaciones periodísticas de El Uniandino y Susana Echavarría Medina, Directora de El Uniandino
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