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El Uniandino

Polarización y violencia política en Colombia: un obstáculo hacia el progreso

Por: Jorge Barón es estudiante de Ciencia Política y Derecho. Miembro del Centro Democrático de la Universidad de los Andes. Aquí su columna "Polarización y violencia política en Colombia: un obstáculo hacia el progreso". Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.


El pluralismo ideológico es uno de los pilares fundamentales de toda democracia, ya que así los ciudadanos y políticos tienen la libertad de expresar sus ideas y tal vez convertirlas en política pública. Es muy importante tener ideas diversas y posiciones variadas a la hora de debatir, ya que cada individuo puede argumentar o comprender otras posiciones sobre un tema en específico y ver las dos caras de la moneda. Lamentablemente esta idea utópica de pacifismo partidista está bastante lejos de nuestra realidad e historia ya que la demagogia, la violencia, el odio visceral hacia al contrincante y las falacias reinan el discurso político colombiano. Este tipo de razonamientos sólo han provocado muerte y destrucción que a su vez han afectado de forma negativa el progreso económico y social del país.


La polarización política es definida por el politólogo Giovanni Satori como “un sistema de partidos, donde las fuerzas giran en torno a dos polos frecuentemente definidos en términos ideológicos”. Más aún, la polarización no es del todo lo que aqueja nuestro ambiente político, en nuestro caso sería una combinación entre la violencia política y la polarización. Esta característica se pudo ver en el marco del paro nacional en el cual grupos guerrilleros y paramilitares se infiltraron entre los manifestantes para desacreditar al Estado o para agredir a los manifestantes pacíficos que estaban en contra de sus ideologías de extrema derecha o izquierda. Asimismo, en nuestra historia, podríamos atribuir las múltiples masacres perpetradas por el paramilitarismo hacia grupos de izquierda como la UP o todas las atrocidades cometidas por el grupo narcoterrorista de las FARC a la polarización política y a la violencia que conlleva.


Este tipo de disputas binarias siempre van a afectar el progreso económico y social de un país. Un ejemplo histórico de este argumento son los efectos de la Guerra de los Mil Días que dejó más de 100,00 muertos y una crisis económica sin precedentes. Según el Banco de la República dejó una inflación de 127% hacia el final de la guerra en el año 1902, en comparación al 15% presentado al principio del conflicto en 1899. O contrastemos esto con la época de la posguerra, en la que la tecnología e industria aumentó significativamente debido a la amnistía realizada por el entonces presidente Rafael Reyes con los partidos conservador y liberal. Desde 1905 hasta 1948 no hubo tanta violencia partidista y polarización política lo que llevó al país a un progreso impresionante que incrementó nuestro PIB un 35% según las gráficas de vdemocracy.


Hoy en día se puede ver un resurgimiento de una polarización política extrema en ciertos personajes emblemáticos de la política nacional, a los que no les importa si hay una pandemia o una crisis social, estos personajes siguen su lucha y sus discursos de odio sin ninguna amnistía. Este es el caso de Gustavo Petro, quien tildó al presidente Duque de “talibán neoliberal” e incluso durante la plenaria de la moción de censura hacia el ministro Diego Molano arremetió contra el Gobierno Nacional tachándolo de asesino y de causar un terrorismo estatal. Además de esto apoyó el paro nacional, evento que trajo la pérdida económica de alrededor de 10,8 billones de pesos, la parálisis de alrededor del 22.2% de las empresas y 399 negocios destruidos en un solo mes de manifestación. En vez de llamar a la unidad y al diálogo pacifico este tipo de personajes defienden a delincuentes de grupos como la Primera Línea que poseen miembros que fomentan la polarización por medio de amenazas, vandalismo y el desacato a la autoridad.


¿Cómo es que nosotros que vivimos en la era de la tolerancia donde toda raza, género, orientación sexual e incluso ideologías políticas como el marxismo y el comunismo son respetadas y empoderadas, existen políticos tanto de derecha como de izquierda que cometen el error de utilizar falacias de corte populista para desacreditar otras ideologías políticas. Ejemplo de este punto se tiene con los políticos de izquierda radical que desacreditan al uribismo o al conservadurismo. En vez de dar argumentos estudiados, llaman a sus opositores enemigos de la paz, paramilitares, nazis y guerreristas, solamente por estar en desacuerdo con algunos puntos del proceso de la Habana o por tener posturas tradicionalistas con políticas derivadas de la izquierda radical.


Considero que el único momento en el cual los partidos políticos son enemigos es durante un proceso electoral. Como vehículos electorales los partidos políticos tienen el objetivo de alcanzar un puesto público, sin embargo estos tienen el deber de ser civilizados a la hora de debatir con argumentos y con honor. Ahora bien en tiempos de crisis como en pandemia o en el paro se debe tener un consenso entre todos los líderes partidistas para llegar a una solución pacífica y así no afectar el progreso económico y social de nuestro país. Durante esos días de incertidumbre el presidente Duque resultó ser un gran ejemplo para explicar este punto, ya que hizo un llamado a todos los líderes políticos, sin importar su ideología, para unirse y buscar una solución para esta crisis, en estos diálogos se incluyeron aliados del presidente y miembros de la oposición como es el caso de la Coalición de la Esperanza.


Para concluir, invito a los lectores de esta columna a analizar los discursos de todos los políticos ya sean de derecha o izquierda y votar por el que presente las mejores propuestas basadas en la realidad, que cuando debata contra sus adversarios utilice argumentos sólidos basados en la investigación y en el respeto por el oponente. Colombia necesita políticos que dejen atrás los viejos discursos de odio partidista y trabajen por un país más unido.


 

Por: Jorge Barón. Estudiante de Ciencia Política y Derecho. Miembro del Centro Democrático de la Universidad de los Andes


*** Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino


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