El día que compré el CD Rebelde, de RBD, fue tan especial y feliz que lo recuerdo aún con suma claridad, no han pasado 84 años, pero sí 16 y le doy crédito a mi atareada mente adulta por mantener vivas esas memorias que creía reconfortantes. Tenía 12 años, estudiaba en un colegio de curas y había ahorrado lo de las onces de la semana para comprarle la versión chiviada al señor que, además de los CD’s, surtía a las niñas con los collares de hilo negro y bolitas anaranjadas de cristal que estaban de moda; esa noche puse el CD unas cinco veces en mi grabadora vieja y me dormí imaginando que tenía el corazón roto por una historia de amor que nunca había vivido. Un año después ahorré lo de la venta de gomitas y pude comprarme la versión original de Nuestro Amor. Once años después esos CD’s se fueron a la caneca en un arranque de delirio de madurez y ahora, cerca de los 30, veo que la verdadera madurez es ver que debí haber guardado los CD’s (porque realmente me gustaban) pero también, que debía repensarme todo lo que interioricé con la novela y que, así como con Betty la Fea, había llegado el momento de hablar de todo lo que está mal con Rebelde.
Cabe mencionar que no regresé a la discografía del grupo solo por el anuncio de una nueva versión de la novela (que verá la luz en los próximos meses en Netflix) ni tampoco por el reencuentro de RBD para una gira en el 2022, sino también por un sentimiento de nostalgia, avivado por la pandemia, que me hizo revisar todos mis gustos de infancia y adolescencia. Comprobé que aún me sabía las letras a la perfección, confirmé que la calidad musical del grupo no es nada despreciable y que salvo por algunas excepciones perdonables para un grupo de la época, las letras no estaban nada mal. Pasé a repetirme varios capítulos de la novela y aunque ya me lo esperaba, me incomodó mucho más de lo previsto la cantidad de machismo, gordofobia, hipersexualización y violencia que se presentan como formas idealizadas de amor y belleza. Por el éxito que tuvo la serie, no es difícil creer que esta misma influyera en la manera en que muchas y muchos creíamos que debía ser una relación y en cómo debíamos ser para encajar en una sociedad clasista y desigual. Vale la pena analizar algunos puntos a profundidad porque por fortuna la discusión está abierta y es imperativo nutrirla con todo aquello que haya marcado cualquier conducta o pensamiento en el pasado.
1.Una vez más, la colegiala sexy
En contraste con el “rebeldísimo” uniforme de las adolescentes del Elite Way School, en el 2005 yo usaba una jardinera hasta la rodilla, un buzo cuello tortuga y una chaqueta heredada que era más grande que yo. El problema con el extremadamente ficticio uniforme de la novela no era solo que se alejaba de la realidad ,sino que representaba a la perfección el imaginario erótico, casi pederasta -y normalizado- de la “sexy colegiala”. La minifalda de jean, las botas de caña alta en cuero y con tacón puntilla, y la camisa abierta hasta el pecho, no solo son irreales en cualquier colegio, sino que refuerzan la hipersexualización de niñas y adolescentes. Lo peor es, tal vez, que ese imaginario en lugar de haber desaparecido, parece cobrar fuerza con los años; series como Élite han venido reforzando estereotipos de belleza y sexualidad poco saludables y se centran en un solo tipo de apariencia física que no está pensada para que quienes la vean se sientan identificados, sino para moldear y satisfacer el morbo hacia la belleza femenina, incluso desde muy temprana edad. Además, y a pesar de que se entiende que los actores de todas las series juveniles sean mayores de lo que se supone que son, cabe la pena preguntarse por qué lo son tanto, el hecho de que haya adultos de hasta 30 años representando a personas tan jóvenes sólo confirma que se desea aprobar, a través de ellos, imágenes y escenas que serían reprochables si se recrearan en verdaderos adolescentes.
La cosa, además, no paró ahí sino que se extrapoló a todos los escenarios que pisó RBD en los que los hombres podían llevar sudaderas holgadas y cómodas, mientras que todas las integrantes femeninas debían usar shorts diminutos, brasieres brillantes y zapatos de tacón. Ya otras artistas como Britney Spears, desde “Baby One More Time”, habían visto las consecuencias de un sistema que vendía más virginidades que música y que, evidentemente, también hizo de las suyas en América Latina y, de forma notoria, a través de esta serie.
2. La gordofobia es real
La gordofobia es un problema mucho menos aceptado que la hipersexualización, pero igualmente dañino. El odio, la ridiculización y la estigmatización hacia las personas gordas, se justifica aún bajo una falsa bandera de la salud que deja por fuera factores sicológicos, sociales y genéticos que pueden influir drásticamente en el peso de una persona y que son necesarios para determinar la salud de la misma. En este aspecto el personaje de Celina, sin matices ni consideraciones, fue el de la amiga frustrada, envidiosa y reprimida…como tiene que ser en casi todos los personajes gordos que aparecen en el cine y la televisión. Desde el primer capítulo, Celina declara cómo MÍa la salvó de las terribles sombras del anonimato en el que vivía (por gorda) y se enamora de un hombre que es imposible para ella (por gorda), constantemente se le resalta que a pesar de no ser bonita (por gorda) al menos tiene buenos sentimientos, y es usada vilmente (y sin cuestionamientos) por uno de los “buenos” de la novela: Miguel, eso sin contar el constante matoneo y los chistes hacia su físico que, de nuevo, no se cuestionaron en ningún momento.
El problema, más allá de una representación sesgada y discriminatoria de la gordura, es que en ese mismo momento fue el auge de las páginas web “pro-Ana y pro-Mía” que entre 2006 y 2007 fueron buscadas hasta un 470% más (según la empresa de seguridad informática Opnet), y que promovían una bulimia y una anorexia ya agudizadas por el ideal de belleza de extrema delgadez del momento. Incluso Anahí, quien dio vida al personaje de Mía, sufrió de anorexia y eso no fue impedimento para que dentro de sus diálogos se destacarán líneas sobre la urgencia que tenía de hacer una dieta para algún viaje o el sufrimiento por la aparición de un gramo de grasa en su abdomen. El hecho de que una mujer gorda no pueda ser la protagonista de la historia, que sus personajes no tengan un trasfondo ni un desarrollo de personalidad o que siempre tenga el papel de amiga en eterna desgracia, aún es una realidad y seguramente marcó a más de una en la era de Rebelde.
3. Toxirelaciones románticas
Lo sé, el término “tóxico”, que se ha popularizado en los últimos años, no le gusta a más de uno, pero la realidad es que su popularización no es injustificada. La televisión de inicios de milenio normalizó que la violencia, el acoso y el maltrato, eran comportamientos de lo más románticos y deseables, y tanto nos lo creímos que tocó marcar con un símbolo gigante de “peligro” “no tocar” todo aquello que considerábamos correcto para no seguir tragándolo y sufrir de un envenenamiento inevitable. Y sí, así de largo tiene que ser el prólogo para presentar uno de los peores aspectos de Rebelde: Mía y Miguel, y es que si veías la novela, tenías que tener una pareja preferida, la otra opción era Roberta y Diego pero la fascinación Mía-Miguel siempre fue mayor. ¿La razón? No la encontré por ningún lugar.
Miguel entra al Elite Way School con el único objetivo de lastimar a Mía porque creía que Franco Colucci había sido el culpable de la muerte de su padre ¿Qué culpa tenía Mía? Nadie lo sabrá nunca jamás, pero ya en el segundo capitulo Miguel es digno de una ganarse una caución de alejamiento y una terapia intensiva, eso porque persigue a Mía y luego la amenaza de tirarla por un barranco mientras le grita que es una basura y que él tiene el derecho de hacer con ella con lo que le dé la gana, todo muy normal. Conforme avanzan los capítulos, la cosa no mejora y el primer beso es una escena igual de violenta en la que él la grita, la zarandea y la besa sin su consentimiento; si no es porque de fondo suena “enseñame”, la escena bien podría ser usada en una historia sobre violencia escolar. Ya cuando están en una relación todo empeora, Miguel manipula y presiona a Mía para que tengan relaciones sexuales; y, aún cuando terminan, la humilla cada vez que puede bajo la excusa de que su virginidad solo le puede pertenecer a él. Sin mucho esfuerzo, en YouTube se pueden encontrar los capítulos de la novela con títulos como “Mía soporta los celos de Miguel” “Miguel acosa a Mía” “Mía sigue sufriendo por Miguel” etc, y aún así, eran el ideal romántico y una de las pocas referencias de relaciones porque el consentimiento y el respeto no eran temas muy tratados en el momento.
4. Clasismo e irrealismo
Las clases sociales marcadas y extremas existen, eso no lo vamos negar, menos aún en el contexto latinoamericano. Sin embargo, el hecho de que estas series solo reflejen a adolescentes extremadamente ricos con vidas extravagantes, lujosas y absolutamente inalcanzables para la mayoría de su público, no es más que la invalidación de la realidad de la mayoría de jóvenes en el contexto latinoamericano y una falta de voluntad real a realizar productos de calidad. Sí sí, en Rebelde se incluyen algunos personajes que no tienen ese mismo estatus, pero de tal forma que solo cumplen con una cuota (casi obligada) del personaje pobre que está ahí para demostrar que los ricos no son tan malos porque están dispuestos a ayudarlo.
Hagamos un ejercicio: pensemos en las vacaciones de mitad de año, en las de semana santa y en las de final de año de su vida escolar ¿Qué hacían? dejenme adivinar.. tal vez ir a Canadá con todos sus amigos para ir de compras y disfrutar de la nieve, pasar unos días en la playa de Cancún en un hotel de lujo y, si la situación no es buena, solo un fin de semana en un club privado. ¿No es su caso? Bueno, tampoco es el caso de la mayoría de jóvenes del continente en donde los ricos (aunque muy ricos) no representan un porcentaje siquiera significativo; y, si sí es su caso, espero que sea consciente de que no es la situación más típica. Además, no deja de ser gracioso que la serie se llame Rebelde y los principales actos de rebeldía sea manotear a los otros, humillar a los papàs, vengarse de las personas (con actos inmaduros y poco fructíferos) y maltratar física y emocionalmente a cuanto personaje vaya apareciendo, y todo con acciones que son bàsicamente imposibles en la vida real porque no hay tanto presupuesto, tiempo, poder ni contactos, porque sí, Rebelde esa una serie de eventos casualmente convenientes para la trama y fuera del alcance de cualquier joven promedio por muy malo que intente ser. La rebeldía juvenil -estoy segura- va por otro lado.
5. Y que no se nos escape:
No solo la violencia, el acoso y la hipersexualización estuvieron presentes -y romantizadas- en la novela. La pobre Mía fue, además de todo, víctima de pederastia cuando, durante algunos episodios, sostuvo una relación con Gastón que, para quienes no lo recuerdan, era un tipo bastante mayor encargado de la disciplina en el Elite Way School. Muy a pesar del abuso de poder, de la violencia y de la manipulación que se vio en esa relación, la novela jamás mostró ser crítica ante esa representación de abuso hacia una menor, y simplemente usó esa parte de la trama para revictimizar a Mía y poner Miguel como su salvador. Además, y para rematar, Mía también representa la imagen caricaturizada de una mujer que, por ser rubia y por gustarle la moda, es estupida, como si las mujeres no hubiéramos tenido ya suficiente con toda la infinidad de estigmas machistas que se han encargado de categorizar nuestra inteligencia y que no hacen más que reforzarse entre el público más joven al que, en lugar de educar, terminan llenando de más prejuicios.
Finalmente y aunque este artículo no existiría si la narrativa que se heredó de Rebelde hubiera cambiado, no niego que me habría gustado pensar en los errores de mi programa favorito del pasado como eso, un programa con errores del pasado. Lamentablemente se hace necesario seguir hablando de la famosa novela mexicana (creada en Argentina) porque sembró en muchos de nuestros moldeables y vulnerables cerebros adolescentes toda una serie de creencias erróneas, desatinadas y hasta peligrosas que siguen apareciendo en cuanta serie sale al mercado. Por supuesto no todas las propuestas para adolescentes y adultos jóvenes siguen el mismo patrón, y como ejemplo siguen estando ahí algunas series como Skins, My Mad Fat Diary y Sex Education que realmente se toman la tarea de interpretar la realidad de los jóvenes, no desde una vista morbosa y ridícula de los adultos, sino desde la realidad de una etapa tan seria como esa; ojalá y esa variedad audiovisual llegue pronto a los cerebros creativos en Latinoamérica y se haga presente en la Rebelde de Netflix. Eso sí, no negaré que ahora que dentro de mis playlist pueden cohabitar tranquilamente las canciones de RBD junto a mis canciones favoritas de rock, soy más feliz y logré abrir los oídos a otras joyas tropi poperas de los 2000 que vale la pena rescatar con orgullo, pero ese será tema de otra conversación.
Por: Lina Rodríguez
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