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Un reto universitario: conversar

El Uniandino

Actualizado: 16 ago 2020

En esta entrada, María Susana Peralta Ramón, estudiante de la maestría en derecho, nos invita escuchar las historias de las mujeres, y conversar.


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Hay muchas cosas que incómodamente se han colado en nuestras vidas. Unas mediante la propaganda, otras mediante el ejemplo y, unas pocas, mediante voces que exigen lo que consideran verdaderamente suyo. El feminismo ha intentado hacer parte de nuestra cotidianidad desde el siglo XVIII (arbitraria frontera debido al ensayo de Mary Wollstonecraft A Vindication of the Rights of Woman, publicado en 1792, aunque muchas mujeres y sociedades han actuado en favor de la igualdad desde siempre) las disputas sobre su “lugar” perviven. Hoy en nuestra universidad vivimos una realidad tensionante: se dictan cursos de maestría en género con feministas expertas (desde la academia, desde las empresas, desde la ciencia y desde el activismo), se consolidan colectivas que hacen exigencias de equidad y de sanción al acoso, pero en los pasillos de facultades históricamente dominadas por hombres no se conoce la diferencia entre “sexo” y “género”, se cree que el feminismo es una tiranía que afecta a todas las esferas de la sociedad, se murmura en contra de quienes hacen preguntas feministas, se hacen chistes homofóbicos y se crean cuentas anónimas para crear burlas y estigmatizaciones en contra de –primordialmente– mujeres, personas LGBT y personas racializadas. ¿Qué pasa?


No estoy diciendo que unas facultades hayan alcanzado la equidad y otras permanezcan en las edades oscuras, eso sería reduccionista y, sobre todo, falso. Digo que en unos lugares ya empezó la conversación sobre el género y la sexualidad de manera interseccional, pero en otros lugares esta conversación es objeto de indiferencia o burla. A todos nos falta mucho por conocer y hacer con respecto a la vida de las mujeres y a las grandes brechas de desigualdad, pero no parece haber comunicación entre quienes llevan veinte años discutiéndolo y quienes crean las cuentas anónimas a las que me refería antes. Y eso está bien. Ningún estudiante de primer semestre inscribe Tesis, ni ninguna estudiante de segundo semestre es monitora de clases del doctorado. De esa misma manera nadie nace feminista ni con plena consciencia de las desigualdades estructurales entre hombres y mujeres, mucho menos se nace con la decisión de desmontar los binarios sociales que perpetúan las soluciones reduccionistas y homogeneizadoras de la sociedad.


El conocimiento y las preguntas sobre el mundo que nos rodea tienen un ritmo que debe reconocerse. En ciertas profesoras y profesores reposa la memoria –personal e institucional– de discusiones y reclamos sobre el género desde hace décadas. Otros, por el contrario, nunca han sentido que la discriminación o el sexismo haya existido en sus vidas (ni como actores ni como testigos). Alguien tiene que tender un puente. No podemos seguir exigiéndole a los estudiantes que desmonten el patriarcado sin antes hablar con ellos, sin convencerlos. Y esta última parte es lo más importante que puedo decir en este espacio: la igualdad es una apuesta política. La crítica en contra de la inequidad, la idea de que las mujeres merecemos vidas libres de obstáculos (como el embarazo forzado, el acoso sexual, la desigualdad salarial), apoyar la legalización del aborto e intentar hacer prácticas menos sexistas son todas decisiones que las personas deben tomar libremente.


De nada sirven las obligaciones legales si en la intimidad –allí donde el Estado no puede obligar a nadie– siguen haciendo “chistes” machistas, siguen creyendo que su mejor amigo sería incapaz de aprovecharse de una amiga borracha, siguen siendo indiferentes a la distribución desigual de las tareas domésticas, siguen creyendo que los hombres no merecen expresar sus emociones y las mujeres no merecen expresar su deseo erótico. No sirven las sanciones disciplinarias si siguen creyendo que el mundo está bien como está y que las discusiones del género y la sexualidad le atañen únicamente a las mujeres o a las personas LGBT.


No necesitamos que todas las personas produzcan teoría crítica feminista o queer; necesitamos que los estudiantes de medicina dejen de negarse a practicar abortos por default, que los ingenieros dejen de subestimar a sus compañeras por tratarse de materias de “ciencia dura”, y que los abogados no crean que esto se resuelve con más cárcel y policía. Pero para poderlos convencerlos, ustedes –personas que están apenas empezando a entrar en esta conversación– se tienen que interesar en el tema. Hablen con su mamá, con su abuela, con su hermana, con su mejor amiga. Pregúntenles por sus experiencias yendo a la universidad o buscando trabajo, pregúntenles por qué les da miedo salir de noche a la calle solas, pregúntenles si alguna vez renunciaron a algún sueño y por qué, pregúntenles por qué se casaron, pregúntenles cómo decidieron ser madres, pregúntenles si alguna vez fueron felices.

Escuchen las historias de las mujeres. Y conversemos.


 

Por María Susana Peralta Ramón, estudiante de la maestría en derecho.


Diseño por: Natalia Lugo


*** Blogs El Uniandino es un espacio abierto a la comunidad que ofrece el periódico El Uniandino para explorar temas nuevos, voces diversas y perspectivas diferentes. El contenido se desarrolla por los colaboradores con asesoría del equipo editorial del periódico



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