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El Uniandino

¿Víctimas supeditadas a las alteraciones neurales de sus perpetradores?


Pasando por situaciones sutiles de dominación y control, hasta llegar a los aberrantes casos de esclavitud sexual que, estando antes tan silenciados, piden a gritos una liberación completa de las cadenas de los perpetradores —que sexualizan y objetifican a las mujeres de una forma tan burda que pareciera olvidarse que no se trata de sumisas de fábrica o de mujeres de confort, como algunos hombres parecieran hacerlas ver— es posible preguntarse ¿Qué es lo que realmente ocurre en el cerebro del perpetrador que encuentra satisfacción cuando somete a una mujer a sus aberraciones sexuales? El presente texto parte de que los trastornos neurales, puntos de ebullición o secuestros emocionales de los perpetradores, no son razones que justifiquen las aberraciones que se han cometido contra las esclavas sexuales. Ahora  ¿Qué se entiende por cada uno de estos conceptos?


Punto de ebullición. Desde la criminología se ha abordado este concepto como el punto al que llega un perpetrador cuando se ha dado cuenta de que una violencia menor no les satisface de ninguna manera, razón por la cual recurre a tácticas o estrategias más extremas, e incluso sádicas, para satisfacer su instinto. Un ejemplo de ello, es la evolución en el modus operandi del perpetrador en los que se pasa a abusar sexualmente a las esclavas de una forma sádica hasta matarlas; y, en otros casos, de ni siquiera haber abusado a alguna mujer a pasar a violarla sádicamente y matarla. 


Trastornos o alteraciones neurales. Por otro lado, los trastornos, en general, se derivan de un contexto inestable, de equilibrio emocional precario, y, en otros casos, de disfuncionalidades en el núcleo familiar del perpetrador desde la infancia. Asimismo, en muchas situaciones, estos trastornos neurales se derivan en desviaciones comportamentales del perpetrador que se manifiestan de maneras que pueda satisfacer su instinto o sus vacíos emocionales. En este caso, a través de aberraciones sexuales, como una clara manifestación del machismo. Es posible establecer una relación entre los casos de trastorno neural con los casos de ebullición pues, no necesariamente el hecho de tener un trastorno neural implica la existencia del punto de ebullición en el perpetrador, pero ello no implica que no pueda derivar en él.


Secuestro emocional (o secuestro de la amígdala). Generalmente se ha definido como la suma “de reacciones psicológicas y fisiológicas que llevan a la persona a una pérdida transitoria del control racional de una situación”. Se diferencia del punto de ebullición y del trastorno neural en su transitoriedad, pues en el secuestro emocional no necesariamente se deriva de una situación de machismo propiamente pero, paradójicamente, lo que produce y genera el secuestro emocional en el perpetrador hace que termine cometiendo formas de violencia contra la mujer bastante reprochables. Es decir, mientras en el punto de ebullición el perpetrador es plenamente consciente de su conducta violenta, en el secuestro emocional se sale del control del perpetrador lo que está sintiendo y estalla.


En ese sentido, podría sostenerse que tanto el punto de ebullición como el secuestro emocional pueden considerarse como formas de trastorno neural respecto de las respuestas fisiológicas que tiene el perpetrador en un momento dado. Lo que varía es (i) la intensidad, (ii) la conciencia que tiene el perpetrador al momento de cometer la conducta, (iii) la voluntad con que realiza la conducta, (iv) la intencionalidad, (v) la sensación de culpa y (vi) la permanencia de su conducta en el tiempo. Y lo que tienen en común es que terminan generando evidentes traumas y secuelas en sus víctimas y perpetuando círculos viciosos de violencia contra la mujer que de ninguna manera se justifican.


(ii) Influencia de la pornografía y el sadomasoquismo. Teniendo en cuenta lo anterior, vale la pena resaltar la influencia de la pornografía y el sadomasoquismo. Pues, estos llegan a trivializar tanto la severidad de la violencia que los perpetradores ejercen contra sus víctimas que éstas terminan naturalizando conductas aberrantemente desproporcionadas por el imaginario visual que se presenta. Así, la influencia que la pornografía ha tenido, frente a particulares imágenes que objetifican, sexualizan; o, peor aún, que erotizan la humillación y degradación de las mujeres, han ido saliendo del telón para contrarrestar la forma como las mujeres se autoafirman. 


Como se analiza, es evidente la forma en la que la pornografía y el sadomasoquismo ejercen una influencia particular en las conductas de las personas en general. Sin embargo, en el caso de los perpetradores y las esclavas sexuales, reviviendo particulares imágenes aberrantes que naturalizan y perpetúan círculos de violencia que, en la mente de los perpetradores, están avalados por el sistema de opresión bajo el que se ordenan y que termina estimulando aún más sus puntos de ebullición y sus trastornos neurales. Por consiguiente, se refuerzan imaginarios en los que la sumisión de las víctimas al control de los perpetradores es lo que las hace verdaderamente deseables, y en los que pareciera vindicar su conducta por el sistema de opresión que han creado en su mapa cognitivo. Como si el mapa cognitivo de los perpetradores avalara sus aberraciones, y como si la reivindicación de las víctimas no tuviera otra salida que la resignación.



 

Por : Regina Angarita

Abogada. Universidad de los Andes

Especialista en DD.HH y D.I.H

Miss Mundo Bogotá 2023 


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