Daniela Mateus es estudiante de Derecho con opción en Administración. Aquí su columna "Víctimas vs. rating". Para contestar la columna envíe su propuesta a periodicoeluniandino@gmail.com.
El pasado 21 de septiembre, salió en Netflix la serie “Monstruo: la historia de Jeffry Dahmer”, un asesino serial. Tal como lo relata la prestigiosa reportera Anne E. Schwartz: Dahmer, era un joven carnicero, quien torturó y acabó con la vida de 17 jóvenes a finales de la década de 1970 y a principios de los 90. Todas las víctimas de Dahmer fueron hombres, la mayoría afroamericanos, pues se encontraba atraído por su morfología. Sus crímenes terminaron en 1991 cuando Tracy Edwards, una de sus víctimas, logró escapar de su apartamento y denunciarlo con la policía. Las autoridades, al entrar al hogar del asesino, encontraron fotografías y cadáveres que lo incriminaron de una serie de delitos.
Así fue –entonces– como Jeffry Dahmer se convirtió en uno de los asesinos en serie más conocidos de los Estados Unidos. Fue condenado a 15 cadenas perpetuas por sus 15 homicidios. Sin embargo, dos años después de ser condenado, fue asesinado a golpes por Christopher Scarver, un compañero de prisión.
Ahora bien, ¿por qué realizar una serie sobre un asesino? ¿Será que se quieren plasmar los esfuerzos que hicieron las autoridades para frenar la ola de muertes?, tal como lo señala la Revista Semana. A mi parecer, realizar esta serie tiene dos perspectivas y no precisamente la relacionada con la función de las autoridades, quienes actuaron después de 17 muertos. Por un lado, (1) está la humanización del victimario; por otro, (2) la revictimización de aquellas personas que sufrieron a causa de los crímenes atroces que esta persona cometió.
Si bien es cierto que, este tipo de personas con problemas mentales o “psicópatas” tienden a ser estigmatizados como “monstruos”, las series o documentales permiten entender el contexto de estas personas y las causas de su comportamiento. En este caso, se puede observar que Jeffry Dahmer creció con una sensación de abandono por la ausencia de su padre en el hogar y la enfermedad mental que tenía su madre. En este sentido, entender y conocer una parte del contexto del personaje, su vida y sus motivos, permite que el espectador empatice con el criminal o se sienta identificado con una parte de su vida. En consecuencia, el espectador puede observar la humanidad, del que se dice ahora “monstruo”.
Ahora, si bien se puede humanizar a la persona que es estereotipada como “Monstruo”, de ninguna manera se deben romantizar sus actos, situación que suele suceder en este tipo de series; pues, muchas veces tienden a revictimizar a las personas que fueron afectadas. Es decir, estos programas hacen que las personas perjudicadas revivan su situación traumática, en este caso por el homicidio de uno de sus familiares. Un ejemplo claro, fue el tuit de Eric Thulhu, un familiar de Errol Lindsey, quien fue torturado y asesinado por Dahmer. En la red social, Thulhu, el 22 de septiembre del presente año, afirmó:
"Sé que los programas de true crime tienen mucho éxito en estos momentos. Pero, si de verdad sientes curiosidad por las víctimas, mi familia (los Isbell) estamos molestos con la serie. Significa re traumatizar una y otra y otra vez. ¿Y para qué? ¿Cuántas películas más, series y documentales necesitamos?"
Así mismo, en otro tuit, Eric sostuvo que para la familia Isbell fue muy difícil ver cómo la serie recreó a su prima –hermana de la víctima– en un escenario judicial, sin su consentimiento.
Lo anterior, evidencia la falta de comunicación y relación entre los creadores de la serie y los familiares de las víctimas. Por lo que se cuestiona la finalidad de los productores de dignificar a las víctimas durante este proceso. En este sentido, se observa que Netflix, junto al creador Ryan Murphy, tienen como único objetivo beneficiarse de una tragedia sin ninguna consideración con las víctimas al exponerlas sin su consentimiento.
Algo semejante ocurre en Colombia, si comparamos la serie de Dahmer con programas locales como: “Tres Caínes” o “Escobar el patrón del mal”. En ellos, podemos ver el mismo escenario en donde la producción se beneficia de la tragedia y del morbo que esta genera. Se revictimiza a cada una de las familias que fue afectada y se idealiza al victimario. En consecuencia, tanto la producción de programas de asesinos seriales como las novelas de narcos o de paramilitares son un arma de doble filo, tienen un fin meramente comercial y están lejos de ser empáticos con el dolor y el sufrimiento que padecieron las víctimas.
Esta comparación es solo para dimensionar el impacto que tienen este tipo de producciones, inspiradas en la vida real. Pues, solo utilizan las tragedias, no para que se reflexione y se dignifique a las víctimas, sino para aumentar un rating.
Por: Daniela Mateus, estudiante de Derecho con opción en Administración.
***Esta columna hace parte de la sección de Opinión y no representa necesariamente el sentir ni el pensar de El Uniandino.
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